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,
(
,
.
GLORIA
.
,
SU
s~f1or
esposo en
SU
propio domicilio. Ade-
, más,
ya he dicho á usted que ,me gusta rela–
cionarme con las personas .principales .de una
población. Lo mismo he ·hecho en Roma" Co–
lonia, Mtinich, San Petersburgo... Esto me
ha
proporcionado. preciosas amistades en todos
los países.
-En
Ficóbriga, sefíora mía-afirmó Teresi–
ta,
-hallará usted una sociedad escogida, aun–
que modesta., , . '
La
Gobernadora
demostró con sus
movi–
mientos de cabeza que ' estaba penetrada de
aquella '/erdad; pero no dijo nada. Hablóse
luego de cosas indiferentes, del tiempo, de la
primavera; de las cosechas y frutos del país.
A
los veinte minutos de visita, Teresita
y
su
amiga se 'levantaron para retirarse, diciendo
que no querían molestar, porque
Macra~a
Esther necesitaría descanso. Esta las convidó
á
tomar te; pero ellas amablemente se excusa-
. ron,
y
despidiéndose, internáronse en
la
casa.
La algazara de las tres mujeres cuando se ha–
llaron solas
á
puerta cerrada en,el comedor no ,
p':1ede describirse. Teresita echó atrás su mane
to, porque
la
vanidad , tomando forma de in–
cendio en su interior, la sofocaba.
e
¡Qué
afable
y
discreta seiloral
- -¿Ql1ién
diría
que
no es cristiana?
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