GLORIA.
IG1
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. . '-Pnedes dor'mir si para ello tienes éuerpo.
Yo te despertaré en ' ca'so necesario. "
.
-Enton~es,
con permiso del
seiior-di~
J
Sausón acomodáudose
e~ '
el suélo,-voy
'lÍ
descansar; porque... «¿qué más tiene el hom-
, bre de todó ' su trabaj9 cen que se afana deba-
jI)
del sol? .. G'eneració-n va'" generación viene;
"
lnas
l~
tiorra siempre permanece... ¿Qué es lo
que fué? lo mismo que será. ¿Qué es lo que/ha
si.dohecho? lo mismo que
se
hará, y nada
hay ,
lluevo debajo del sol. .. ,VáIiidad de vanidades,
dijo el predicador; vanidad' de vanidades,
y
todo vanidad.:
Poco después de pronunciar sU
J
última sen-
I
tencia, dormía. El amo, siempre vigilante, no
apartaba los ojos del último término visible
del camino real" y 'de las colinas que se
~uc~dí,an tiel'ra
~dentro.
Nada pudo distin'guir
en
aquella masa obscura, á ratos mal iluminada
por la luna. Los negros árboles
ocult~ban
los
send~ros;
pero el hebreo, empleándo su alm'a
ioda eula atención, buscaba en la inmensidad
llcgra un rastro del ave cuyo vuelo h,abía
visto,
y
tau grande es el
podel~
del espíritu, que
al fin lo hallaba. No veía nada con los oJos;
pero su curiosidad, excitada hasta la inspü'a.–
ción, estaba segura. de la existencia
d~
una es–
tela 'misteriosa,
traza~a
por un corazón que