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B. PÉREZ GALDÓS
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moviéndose ligeramente
,en el
lecho. Pasado
olgún
tiempo después de ' la partida"do
su tía,
ala10gó
el
cuello
y
contuvo la respiración,
parn
que
el
leve rt;Imor -de ésta no
se
confundierft
con los sones lejanos que quería sorprender.
Crujieron enJa casa las últimas puertas
que
se cerraban;
allá
en
10
pro fundo o,íanse á
rutos
,
.
golpes que parecían s.ubterráneos,
y
eran
lns
pisadas ' de las' mulas en el s üelo de su cuadra;
después
el
Iad'rído de los vigiblntes perros
que
se alborot.aban por el paso de .una sombru,
y
constantemente
el
,vibran te·
~hasquido
de
los
eapos,cantores de la hierba húmeda. Los oídos
de Gloria, estimulados por, la zozobra de su al–
ma,
~ondeaban
el silencio de la noche, pene–
tr~ndo
hasta sus última_s honduras para cer.cio–
rarse de que
la
casa s'e hallaba en completo re–
poso.
«Ya
duerme-perisó.-Todo~
duermen.'
Siguió escuchando,
y
claramellte percibía
el
resuello'de la
mar,
jamás callada ni aun cuan–
do
duerme,
COlno
en aquella trlinquila noche
dormía: sus olas eran suaves dilataciones
de .
un pulmón en reposo ... Gloria contaba el tiem-
po, pues sin necesidad
de
reloj p odia apreciar
los instantes que transcurrían .
No
atendía,
no,
á
ninguna idea pesada: su alma estaba en
lo presente
y
en aquel rato de acecho, que
iba
crecie do basta ser una hora, dos horas ...
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