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GLORIA.
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rieron de sus donaires,
y
celebraron sus ol'igi- .
nales ocurrencias, mezclando hábilmente
á
veces la crítica con la galantería;
y
como al–
guno, más curioso que los demás, manifesta–
se deseos de conocer en qué consistía la re–
c~nciliación
entre D. Quijote
y
Sancho Panza,
Gloria, un poco cQnfusa por el dudoso éxito de
su osada tesis, se expresó así:
'-
«Ustedes que son tan sabios no habrán de–
jado de observar que si
D.
Quijote hubiera
aprendido con Sancho
á
ver
las
cosa,~
con
su
I
verdadera figura
y
color natural, quizás
habria
podido realizar parte de los
pensaluient.ossu–
blimes que llenaban su grande espíritu;
así
co~
mo sí el escudero .•. pero- no djgo
más
porquo
se r1'en ustedes de mí. Ya sé que esto que
ha–
blo es algo extl'sfío, quizás disparatado y has–
ta ridfc.ulo, por lo muy contrario
á
la verdad,
que sólo ustedes pueden conócel'; pero si es así,
ténganlo por no dicho
ó
por pura broma
mía.:t
Más tarde, cuando los -sabios ·privaron
á
la
casa de su presencia majestuosa,
D.
J
uau de
. Lan\igua, a quien las absurdas ,opiniones de
su hija habían puesto' algo malhumorado, en–
cerróse con ella
y
la reprendió afablemen te,
ordenándole que en lo sucesivo interpretase
con más rec ti tud la historia
y
la literatura.
Afh'mó
que el entendimien to de una mujer era