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GLORIA

de quien ha estado

dur~nte

cien afios empe–

fiado en

u~

objeto sin conseguirlo. _

Como Lantigua se riese de tan evidente des–

propósito, Gloria afirmó (empleando.,

POl.'

su–

puesto, frases comunes) que aquel ideal del ho·

nor

y

del amor no era la mejor nf más sólida

1

piedra para aséntar el edificio moral de una

8qcied~d.

Luego se ocupó de los místicos, re–

conociendo en ellos falta de .eqriiponderaci?n

'entre la ftíntasía y ·el discernitñiento,

y

afir–

mando que su literatura, en ocasiones

muy

bella, no podría servir nunca de

guía

al co–

mún de las gentes, por .ser de pocos com-

.

\

prendIda.

Resumió sus ideas sobre este punto dicien··

do que no

podí~

tolerar que se tratase de reli· .

gión sin sencillez spma, por lQ cual ponía por

encima de todos los tratados

y

disertaciones

místicas el Catecismo d.e las escuelas, que, ha–

blando como Jesucristo, lo decía todo. Parece

que

~lllegar

á

este punto, D. Juan de Lanti–

gua hizo, no sin burlarse de su hija, algunas

observaciones sobre la profunda fisolofia

y

e~tudio de la divinidad

y

del hombre que· en

tales obras se encierra,

y

viérais aquí

á

la pí–

cara Gloria sosteniendo que la sociedad mo-

., delo, según las ideas de su padre, había alam–

bicado y desvirtuado un poco la idea l'eligio- .