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B. PÉREZ
GALD6s
personas con falso
y
peligroso color poético ..
En cambio,
sí
Gloria no leía para si, leía
para su padre. D. Juan, con la mucha fatiga
del estudio, con el continuo he.rvir de su cereo
bro
y
las largas vigilias,
y
aqu.elafán constan–
te en que su viva pasión política le tenía, iba
perdiendo la vista. Llegó
á
no poder leer de
noche; mas como
á
todo trance necesitase te ..
ner
á
mano textos de Quevedo, Navarrete
y
Saavedra Fajardo
par~
ilustrar la obra que
á
la sazón escribía, instituyó
á
su hija en lecto–
ra. D. Juan se ocupó algún tiempo en comen·
t ar los discursos ascéticos y filosóficos de Que–
vedo; que aquel genio colosal de las burlas
descansaba de su gigantesco reir ,con serieda–
des sombrías.
Glori a leyó en voz alta la
Vi da
.de
S an Pa–
blo Apóstol , La cuna
ti
la sepultura
y
Las cua–
tro p estes del mundo.
Después se engolfó en la·
Política
de
Dios
y
Gobierno
de
Ori sto,.
y como
el sabio colector tuvo el buen acuerdo de po–
ner en el mismo tomo en que se halla el men- .
cionado escrito la incomparable h istoria del
Busc6n.
Gloria, cuando su padre mandaba
suspender la lectura para escribir, doblaba
nitamente algunos centenares de hoj as,
y
a
á
dose la boca ara que no estallase la risa
que
á
borbotones pugnaba por salir , se delei-