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32

B. PÉREZ

GALD6s

personas con falso

y

peligroso color poético ..

En cambio,

Gloria no leía para si, leía

para su padre. D. Juan, con la mucha fatiga

del estudio, con el continuo he.rvir de su cereo

bro

y

las largas vigilias,

y

aqu.el

afán constan–

te en que su viva pasión política le tenía, iba

perdiendo la vista. Llegó

á

no poder leer de

noche; mas como

á

todo trance necesitase te ..

ner

á

mano textos de Quevedo, Navarrete

y

Saavedra Fajardo

par~

ilustrar la obra que

á

la sazón escribía, instituyó

á

su hija en lecto–

ra. D. Juan se ocupó algún tiempo en comen·

t ar los discursos ascéticos y filosóficos de Que–

vedo; que aquel genio colosal de las burlas

descansaba de su gigantesco reir ,con serieda–

des sombrías.

Glori a leyó en voz alta la

Vi da

.de

S an Pa–

blo Apóstol , La cuna

ti

la sepultura

y

Las cua–

tro p estes del mundo.

Después se engolfó en la·

Política

de

Dios

y

Gobierno

de

Ori sto,.

y como

el sabio colector tuvo el buen acuerdo de po–

ner en el mismo tomo en que se halla el men- .

cionado escrito la incomparable h istoria del

Busc6n.

Gloria, cuando su padre mandaba

suspender la lectura para escribir, doblaba

nitamente algunos centenares de hoj as,

y

a

á

dose la boca ara que no estallase la risa

que

á

borbotones pugnaba por salir , se delei-