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B. PÉREZ GALDÓS
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nos por el teclado, se puso
á
tQc.aralgo que
sonaba
á
zarzuela. Lantigua no entendía una
palabra de música. H abía oído hablar de Mo ..
zart.
y
de OIferibach,
y
para él todos el'an lo
misDlo, es decir, unos' holgazanes. Pero' .su es–
píritu elevado'
y
s-ti
sensi.bilidB:d exq
u~sita
le
hacían 'encontrar
iÍlsti~tivament~ dif~reucias
.profundas entre
las
varias '
cla~~s
de
mtlsicas
que había oído.
En·
general, todo
cuau
to
toca- ."
ha Gloria le parecía horrible.
}
-
.
cNo sé qué diera,
hija .
mía ...
-Ie
decía,-por
oirte tocar otra cosa .que
es~
sonsonete
de or...
ganiUo de las calles. No me digas·
q
u~
así es '
toda la
música~
porque yo he oído
en
alguna
parte, no
sé
si en la iglesia
ó
en· el teatro,
composiciones g raves
l
y pa té ticas, que pene-
. tItando más
allá
de los sen tidos, conmueven el
ánimo
y
nos sumergen en dulce lnodituciÓn.
¿No sabes
a~go
de eso?»
Gloria repasaba t odo su repertorio
de
faJl.
tasías,
nocturno" flores
de salón
y
auroral
d~1
pianista,
sin poder encontrar lo grave
y
paté.
tico que
el
alto espíritu
de
su padre pedía.
En
bonor de la verdad, que es antes
que
todo,
aun antes
que el
prestigio y
las
gracias
de
la
linda nifia, debo decir que Gloria aporreaba
el piano de
un
modo lamentable, cual si
fal
teclas, convict&a
y
CQnfeaas
de
algún
espanta-
-
.
.
"