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dora
y
·tñae_stra del indi viduo
'én su
conciencia,
sin<f
COlTIO
un instrumento oficial y reglamen–
~ado
que, debía dirigir "'-externamente todas las '
cosas humanas.' Dió t9db.á la autQ·ridad, y na-
, -da ó muy' poco
á
la libertad. Pocos afios
d~s·pués de haberse
1l?et~do
en el golfo de estas lec,–
"turas
y
en el torbellino de
~stos
pensamientos,
,D.
Juan .do· Lantigna salió fuerte en erudición
., y
eíl silogismo; .desanó con indomable orgullo
\
l~
turba-
de frívolos
y
descreídos; brindóle la
política
c.onuna tribuna,
'y
subido en ella, la
nube que ' había c9ndensado tanta
pasi.óny
tanto saber, tronó
y
relampagueó contra el si–
glo.
La .
elocueticia..del nuevo Isaías arreba–
taba.
Sus enemigos (pues
ya
se comprende que los
tuvo eU,carnizadísimos) decían: cLantigua
e~
el
abogado de los
cur~s
y
de los obispos;
~ac'e
su
agosto con las caus,as de expolios, ' decapella-
. nías colativas, de disciplillaeclesiástica. Justo
, es que ,adule
y
sirva
á
los que le mantienen.»
Estas groserías, comunes en la época presente,
hacían
sonreií~
al Sr. D . Juan. Nunca se cui–
dó
d~
defenderse
de
este cargo, porque, según
afirmaba, es preciso
no quita,t
á
los tontos el de–
recho de decir tonterías.
Como hombre de convicciones inqtlébranta–
bies, honradísimo caballero en su trato social
, .
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