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• I

J,

.

_

~

,

.-

. OLORIA.

25

dora

y

·tñae_stra del indi viduo

'én su

conciencia,

sin<f

COlTIO

un instrumento oficial y reglamen–

~ado

que, debía dirigir "'-externamente todas las '

cosas humanas.' Dió t9db.á la autQ·ridad, y na-

, -da ó muy' poco

á

la libertad. Pocos afios

d~s·pués de haberse

1l?et~do

en el golfo de estas lec,–

"turas

y

en el torbellino de

~stos

pensamientos,

,D.

Juan .do· Lantigna salió fuerte en erudición

., y

eíl silogismo; .desanó con indomable orgullo

\

l~

turba-

de frívolos

y

descreídos; brindóle la

política

c.on

una tribuna,

'y

subido en ella, la

nube que ' había c9ndensado tanta

pasi.ón

y

tanto saber, tronó

y

relampagueó contra el si–

glo.

La .

elocueticia..del nuevo Isaías arreba–

taba.

Sus enemigos (pues

ya

se comprende que los

tuvo eU,carnizadísimos) decían: cLantigua

e~

el

abogado de los

cur~s

y

de los obispos;

~ac'e

su

agosto con las caus,as de expolios, ' decapella-

. nías colativas, de disciplillaeclesiástica. Justo

, es que ,adule

y

sirva

á

los que le mantienen.»

Estas groserías, comunes en la época presente,

hacían

sonreií~

al Sr. D . Juan. Nunca se cui–

d~

defenderse

de

este cargo, porque, según

afirmaba, es preciso

no quita,t

á

los tontos el de–

recho de decir tonterías.

Como hombre de convicciones inqtlébranta–

bies, honradísimo caballero en su trato social

, .

, I

< , ,