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26

B. PÉREZ 'GALDÓS

ti. •.

y

de intachables costumbres, le estimaban to–

dos. En la vida práctica, Lantigua transigía

beuignamente con los

hom~res

de ideas más

contrarias

á

las suyas"

y

aun se le conocieron

8D;ligos íntimos,

á

los cuales amó

~ucho,

pero

sin poderles convencer nunc'a. En

la

vida de

las ideas era donde campeaba su intransigen–

cia y aquella estabilidad de roca jamás con–

movida de

su'

asiento por nada ni por nadie.

Las tempestades de la revolución del

48,

de la

r~pública

romana, de la formación de la uni- ,

dad de

Italia~

de la caída del Imperio' austria–

co, de la humillación del francés, de la destruc–

ción del poder temporal del Papa, de la forma–

ción del Imperio alemán, Minerva parida por

el

cerebro.de

Bismark,

y

otras menos transcen–

dentales,

y

que, localizadas en nuestra patria,

sólo fueron lloviznas menudas en

el

cielo de

.

'

Europa,

no

produjeron en el ánimo de aquel

varón insigne otro efecto que el de cimentar

más

y

más su creencia de que

la

humanidad

pervertida y desapoderada merece un camisón

de fuerza.

.

Estos hechos

y

otras recientes desgracias

ocurridas en el suelo patrio, llevaron á Lan–

a

tigua á un estado de irritación lamentable, que

aió

ti

sus escritos

y

á

SUB

discursos lúgubre

y

disl>liceute tono. Profetizó

el

vilipendio de