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B. PÉREZ 'GALDÓS
ti. •.
y
de intachables costumbres, le estimaban to–
dos. En la vida práctica, Lantigua transigía
beuignamente con los
hom~res
de ideas más
contrarias
á
las suyas"
y
aun se le conocieron
8D;ligos íntimos,
á
los cuales amó
~ucho,
pero
sin poderles convencer nunc'a. En
la
vida de
las ideas era donde campeaba su intransigen–
cia y aquella estabilidad de roca jamás con–
movida de
su'
asiento por nada ni por nadie.
Las tempestades de la revolución del
48,
de la
r~pública
romana, de la formación de la uni- ,
dad de
Italia~
de la caída del Imperio' austria–
co, de la humillación del francés, de la destruc–
ción del poder temporal del Papa, de la forma–
ción del Imperio alemán, Minerva parida por
el
cerebro.deBismark,
y
otras menos transcen–
dentales,
y
que, localizadas en nuestra patria,
sólo fueron lloviznas menudas en
el
cielo de
.
'
Europa,
no
produjeron en el ánimo de aquel
varón insigne otro efecto que el de cimentar
más
y
más su creencia de que
la
humanidad
pervertida y desapoderada merece un camisón
de fuerza.
.
Estos hechos
y
otras recientes desgracias
ocurridas en el suelo patrio, llevaron á Lan–
a
tigua á un estado de irritación lamentable, que
aió
ti
sus escritos
y
á
SUB
discursos lúgubre
y
disl>liceute tono. Profetizó
el
vilipendio de