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J
GLORIA
31
-
.'
ble crinlen,
m~recierab
·ser azotadas todos los
días po ·,espaci.o de tl'es horas.
«Baeta ya de monserga, hijita-le decía
Don
'Juan:-coge un libro .y ponte
á
leer.:. .
,--.
Glor.iavolaba
á
la ,-biblioteca de su vadre,
mi¡'uba
á
todos laqos, hojeaba
n,n
libro,
y
con
. desdén lo volvía
á
poner en 'su sitio,
CO'gía
otro, leía alIgunas
p~g~nas;~ mas
pronto se
can~
suba.
.
l
.
«¿Qué
buscaB?~
..
¿nov~las?-decía
:q.
Ju~~
8ntrando tras ella y sorprendiéndola en 'el es–
crutinio.-Algo de eso
te~go
también ..•
'E~pé-
ratee
~
-Ivanhoe,~decía
Glor.il,l, leyendo' un rótulo.
-Esa es . bllenu,.
p~ro
déjula por uhóru.. ;
Aquí ban entrado pocas
nov~las.
De
IR
basu.:.
.
\
ra
que
diariamente han
p~oducido
en cuaren-
ta
ailos Fruncia -
y
Espafía, n-o hallarás una
sola
página ...
I?e lo bueno hay -algo, poco...
.l\)e
parece que en algún rincón encontraremos
á
Chateaubdand,
·á
Swift, á
Bernardino de
-
Sain
t
Pierre,
y
antes que
á
ninguno,
á
mi ido-
latrado Manzoni.:t
Pero al poco
~iempo
D. Juan prohibió
á
su
hija la lectura de novelas, porque aun siendo
buenas, decía, enardecen la imaginación, en–
cienden deseos
y
afanes en
el
limpio corazón
de las muchachas,
y
les hacen ver cosas V
.-
J
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