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,
B. PEREZ GALDOS
vo en ella cuando los albatliles compongan el
l
techo que se-
ha
ca,ido. Si los ratones se atre- ;,
., vieron con los pies de' San Juan, fué porque
'esos infelices, también 'criados por Dios,
no
enconti'aro~
bocado más exquisito con que re–
galarse.
Ni
la efigie dejará por eso de ser ima–
gen de ' un bienaventurado,
ni
éste dejará de
interceder por nosotros, aunque no llamemos
al
~ridus trioso
Caifás para que remiende el re–
trato: Hija mía, que',tu alma no atienda tanto .
á
la
sup~rfiCie
de ias cosas: elévese
á
las altu–
ras de lo que no
v~n
los sentiqos; no se inquie· . .
t~ /tanto
de .los
asu~tós
que la encadenarán de-
1-
masiado á lo terrestre. Y sobre todo, ese ardor
tuyo por
ct~alq
uier insignificante suceso de un
día,. no me hace gracia.» -
Apenas pronunciada .la' última palabra' de
es~e
discllrsillo, oyóse un estallid.o lejano en'
los aires, luego otro
y
otro~
como si los ánge–
les estuvieran cascando nueces en el cielo.
«¡Ya.. .
yale ..
-gritó
~loria
poniendo ·toda
su
alm~
en los·ojos.
-Ya está ahí mi he
~ll1ano-dijo ~.antigua
-
I
. con calma , .acercándose .
á
la ventana.-Bien
venido sea.
o