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D. PÉREZ GALUÓS
escaso interés
para.
el cuerpo
y
'para el alma.
¿Cuándo ·te
ensei'iaré la
serenidad
y
el aplomo
q
ne dehe
tener la persona en
pres~ncia,
de
los
actos,·comunes
de
la vida? Dime: si
pones .esa ' .
fuerza inusitada de
la
atención en negocjos
tri- .
viales, ¿qué
piensa~
.. hacer
cuando te
en~u6n
tres
en
algtino
de
los
mil graves
lances
q'ue
ofrece la
yida?
Reflexio~a
en esto,
hija
mía, y .
modera tu arrebatado ,temperamento.
Mira,
la
pobre Francisca,
á
quien
tú
acusas, te podrá '
dar buenas lecciones. Observa con qué admi–
rable
método
y
previsión, con qué
reposadp
estudio hace las cosas -de la casa. Parece que
t arda,
y,
sin embargo, todo lo hace 'con pron–
titud~
porqué todo lo hace bien. En
call1bio~
tú
con
tu impaciencia
y
ligereza te eqni
vo~as
á
menudo"y,
ó
no concluyes nada,
ó
si
cQn~
cluyes algo,
es
preciso volverlo
á empezar..
Yo
he visto muchachas atolondradas, ligeras ' co- ,
IDO
el aire,-
y
viv~s
y
deslumbrantes
como la
luz;
pero
tú,
hija
mía,
á
todas les
.das.
pal–
metazo.
Agradece
á
Dios que te hizo buena,
piadosa, honesta;
que te
di~
natural
~onrado '
y generoso, que puso en tu alma las mal'uvÍ-
- lIas de la fe; todos
los
sentimientos puros
oY
nobles,
y
el
don
de
la
gl'acia inefable,
dejando
las
agitaciones para la superficie .
-Si Dios me
dió
tan tas
cosas
buenas-diio