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,

.

,

-

L

'

"

]8

D. PÉREZ GALUÓS

escaso interés

para.

el cuerpo

y

'para el alma.

¿Cuándo ·te

ensei'iaré la

serenidad

y

el aplomo

q

ne dehe

tener la persona en

pres~ncia,

de

los

actos,·comunes

de

la vida? Dime: si

pones .esa ' .

fuerza inusitada de

la

atención en negocjos

tri- .

viales, ¿qué

piensa~

.. hacer

cuando te

en~u6n­

tres

en

algtino

de

los

mil graves

lances

q'ue

ofrece la

yida?

Reflexio~a

en esto,

hija

mía, y .

modera tu arrebatado ,temperamento.

Mira,

la

pobre Francisca,

á

quien

acusas, te podrá '

dar buenas lecciones. Observa con qué admi–

rable

método

y

previsión, con qué

reposadp

estudio hace las cosas -de la casa. Parece que

t arda,

y,

sin embargo, todo lo hace 'con pron–

titud~

porqué todo lo hace bien. En

call1bio~

con

tu impaciencia

y

ligereza te eqni

vo~as

á

menudo"y,

ó

no concluyes nada,

ó

si

cQn~

cluyes algo,

es

preciso volverlo

á empezar..

Yo

he visto muchachas atolondradas, ligeras ' co- ,

IDO

el aire,-

y

viv~s

y

deslumbrantes

como la

luz;

pero

tú,

hija

mía,

á

todas les

.das.

pal–

metazo.

Agradece

á

Dios que te hizo buena,

piadosa, honesta;

que te

di~

natural

~onrado '

y generoso, que puso en tu alma las mal'uvÍ-

- lIas de la fe; todos

los

sentimientos puros

oY

nobles,

y

el

don

de

la

gl'acia inefable,

dejando

las

agitaciones para la superficie .

-Si Dios me

dió

tan tas

cosas

buenas-diio