GLORIA
.
"
y
e:C18m~~ioDe8t
yen]
picado de
~roncas
toses
J
truenos de nariz, lo cual indicaba que no "
era
aquello congregación de juventud.
En el centro del camarín, puesto
ya
"sobre
," 'as
plate"adas andas que le habían de soste–
ner, estaba el Salvador, imagen de madera
cuya hermosa cabeza debió de ser modelada
por algún escultor del gran siglo. Sus ojos ne–
gros miraban con seriedad dulce
y
profunda.
De sus labios iba
á
salir la palabra... Hablaba;
faltaba poco para oir su voz,
á
ninguna huma- "
na voz parecida. Su majestuosa frente, descu–
bierta en forma de triángulo por la caída de
las dos bandas de cabellos, superaba á cuanto
I
ha podido idear la escultura griega. Pero so–
bl'e todas las perfecciones de tan ideal rostro,
descollaba aquel mirar que era
l~
irradiación
de
la
inteligencia suprema,
y
que infundfa
pasmo
y
veneración. La pupila inmensa que
todo lo ve
y
que penetra hasta lo más íntimo
de los corazones, no podía tener representación
más adecuada.
Ell'esto de la imagen no correspondía
á
la
cabeza~
Había tomado el escultor por su cuen–
ta
busto
y
extremidades, dejando lo demás al
carpintero. El
divi.nocuerpo consistía en
un
tosco madero que
la
humedad
y
el tiempo ha–
bían
roído
á
competencia; mas como debía