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B. PÉREZ GA,LDÓS
rival entre el mar '
y
la Pes'queruela,' entre
el
~rro '
de
Do~a Fr~nilde
y
Monteluz.
A.mbos , esposos vivían ,desasosegada'mente,
esperando
sabel~
lo que se , determinaría" ,
y no
,
'
cesaba D.
JU,a-n
de, hacer indiscretas
pregun~-
tas al
banquero. Aquel.
día repitió sus pro–
posiciones '
para quedarse
con
la
caSR;
per~
D.
Buenavent'u,ra
no
pudo contestarle nada
~ategórico.
'
cPronto daré
á
usted una contestación ter–
minante-dijo,Lantigna.-Esto ha de
d~cidir·
se pronto,
p~ro
muy
pronto.:I>
En
esto"
oyéronse acomptfsados taconazos
en la escalera,
que retemblaba cuál
si
un
gi–
gante
por
ella
bEljara. Era
D. Silvestre,
que
volvía de s,u visita, trayendo
un gran
ramo
de
80res, entre
cuyas
f~escas
hojas
hundía
á
cada
rato
su
carnosa
y
sensnal
nariz para
aspirar
la fl'agancia de ellas.
I
c~a
encuentro- dijo
el
cura,-mucho
más –
animada.•• Mejor color,
~enos
tristeza,
algu- \
nas ganitas de hablar,
illterés
por las cosas•..
En fin, resl!cita; la
pobre ' r~ucita
poco
á
poco.
-Así
me parece
á
m1~indicó
D.
Buena–
ventura, demostrando la importancia que
daba
al
bienestar de
su
sobrina.-¡Si
Dios
quisiera apiadarse de ella
y
de
todos
nos–
otros..•1