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con la -mano puest.a sobre la frente 'de
ella-
Un
d.ía,que
era
:~ápado
de Pasióv....
'!},. nA,rra–
dor
espió ta-mbién. A la esc.alera llegaba .olor
gratfsimo
de clav.eles
y
rosas, accidente _rela–
tivo á ella que parecía ella misma. La sefíori-
~:r
___
. ta estaba haciendo un ramo. De
hallarnos
en
el
jardín,
ha.bríamos sen ti do
lig~ro~ rumor
en
la persiana
alta; y
,alzando
la
cabeza
c~n
la
prQntitud del curioso,
habríamos visto · una
mano que en breve instante apareció
y
huyó,
_ después
de
arrojar palos
de
flores
y
ramitas
inútiles.
Aq~ella
mano era lá misma que
mu-
chísimos días antes había empujado la
pu-erta
d~
la
casa para no dejar
entrar
á
un
hombre.
En
cuanto á
la
cara , sólo la vieron los
pájaros
alineado's como
tropa en
el alambre,
ó
l os
que
volando
y
piando pasaban.
Francisca bajó por
~ás·
flores,-
y
D<?fía~ei'a
fina subió
ll~vando
,unos alelíes .que
ella
mis–
ma
cogiera.
Oyéronse
los tijeretazos cortando
los
palitroques
sobrantes
en
el tronco del
{'amo. Ni
el
mismo Roque, que todo lo sabe,
sabía para
quién eran
aquellas
flores.
P ronto lo sabremos nosotros. Era media
tarde
cuando
entraron
y
se reunieron en el
co–
medor
D. Buenaventura
y
los dos personajee
de
más
peso
en la república
ficobl'igense, Don
Silvestre Romero y D. Juan Amarillo, este
,
,