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r"

~ .

29

con la -mano puest.a sobre la frente 'de

ella-

Un

d.ía,

que

era

:~ápado

de Pasióv....

'!},. nA,rra–

dor

espió ta-mbién. A la esc.alera llegaba .olor

gratfsimo

de clav.eles

y

rosas, accidente _rela–

tivo á ella que parecía ella misma. La sefíori-

~:r

___

. ta estaba haciendo un ramo. De

hallarnos

en

el

jardín,

ha.bríamos sen ti do

lig~ro~ rumor

en

la persiana

alta; y

,alzando

la

cabeza

c~n

la

prQntitud del curioso,

habríamos visto · una

mano que en breve instante apareció

y

huyó,

_ después

de

arrojar palos

de

flores

y

ramitas

inútiles.

Aq~ella

mano era lá misma que

mu-

chísimos días antes había empujado la

pu-erta

d~

la

casa para no dejar

entrar

á

un

hombre.

En

cuanto á

la

cara , sólo la vieron los

pájaros

alineado's como

tropa en

el alambre,

ó

l os

que

volando

y

piando pasaban.

Francisca bajó por

~ás·

flores,-

y

D<?fía~ei'a­

fina subió

ll~vando

,unos alelíes .que

ella

mis–

ma

cogiera.

Oyéronse

los tijeretazos cortando

los

palitroques

sobrantes

en

el tronco del

{'amo. Ni

el

mismo Roque, que todo lo sabe,

sabía para

quién eran

aquellas

flores.

P ronto lo sabremos nosotros. Era media

tarde

cuando

entraron

y

se reunieron en el

co–

medor

D. Buenaventura

y

los dos personajee

de

más

peso

en la república

ficobl'igense, Don

Silvestre Romero y D. Juan Amarillo, este

,

,