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B. ' PERBZ" GALDOS '
,
,
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"
/
" ',_ Pero hacía
~uchos
in¡eses
qüe
los
ha~ita,ntes :
-', -
de Ficóbriga no habían visto á .la ,sefiorita de
Lantigua,en la' calle, ni en
el
jardín; ni en
lO.B–
balcoues. Los propios
cri~~os ~e
la
c~sá,~
-
tí
, exc~pción
delas dos
mujeres~ tampo~o
la _veían. ' '
¿Dónde
estab~?
¿Qué hacía?
Tere~ita
la :MoIlja ..
enunciaba con sú .labio
sibilítiQo
mi,i
~bom.ina.
.-
I
bIes cosas,
y
ningún ficobrigello pasaba-
por
el
,camino real ni por la-plazoleta
s.in'mirar ·á, las .
tristes veütallas; cerradas t-ambién, -cual ojos
de durmiente,
y
decir ' para sí: c¿qué,,hal'á?,
" Durante"
8lgunos .~ mes~s, G~oria
ha,bia si(lo
,objeto de
co~entarios ~iversos.
,'Bastante tra–
bajó la curiosidad en aquellos días, múchísimo
la envidia. Se quería demostrar ·que
la~
gran–
des
l'~putaoioÍles
son casi siempre' usurpadas;
que no hay nada superior rii sublime; que todo
J
es pequefío
y
miserable; que las flores no son '
flores, sino fango; que el diamante :
o.
'es luz
solidificada, sino carbón; en fin , que todos so–
mos iguales,
y
que -si alguno 5ube mucho por
hipocresía ó arte mundano
Lll
debe bajar
y-
po–
nerse al nivel de los demás,
restab!eci~ndo
la
armonía del yulgo, tan nec6saria á la del uni-
,
,
verso.
¿Tenía 'razón la plebe? ¿Quién puede decirlo
sin conocimiento de cosas
y
pe~sonas?
La se–
florita se oculta
d~
todo el mundo, h u
ve
d~