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B.
-PÉREZ
GALD6S
bezA.
inclinada, fijos los
ojos en el
suelo,
liga.
rSl!Jente fruncido el cet1o, lento el
paso.
A
ratos
alzaba semblante
y
mireda hacia
el
cielo,
como
quien quiere preguntar algo; IDas volvía
pronto
á
leer -en IH. tierra, sin duda por no
haber recibido contestación.
Vestía
cómodo traje negro,
cJllzando
lapa–
tos
de cuero emal'illo
á
prueba de
arenas
y
Iodos,
por cuya
combintlción
de
colores
lo~
}lo]gazanes de Ficóbriga, que
pa~aban
su vida
murmurando
en la botica,
decían al ver
al
. D. Buenaventura: cAhí
viene el
mh'lo.- Era
su
cuerpo
alto
y
nó
fornido, un poco
e~hado
'bacia
sdeIan te. Su
rostro,
sin dejar de ser
harto comú u
1
era. muy agradable; uno de esos
r ostros mundanos
que
parecen hechos
para
el salndo
y
el
comercio
social,
y
que siempre
8
pal'ecía afeitado - pulcramente, pues
en
los
varones
de
aquella
familia el aspecto eclesiás–
t ico era como una
tradición.
Apenas se adver–
tían canas en su
cabe.za, y de su cuello pen–
dían lentes
azules,
que usaba en días muy –
c1aros , porque sus ojos,
ya
que
DO
lloraran
por penas, lloraban por la luz meridional.
Rara vez usaba bastón,
y
las manos, por lo
común, se volvían hacia
atrás,
se j un taban,
8e 8.C
riciaban , dándose
cordiales
apretones
co
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ue as amigas.