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B. PÉREZ GALDÓS
repetían sus labios el trance sublime, pintando
en términos tan vivos la furia del. borrascoso
mp.'r, que los oyentes creían verlo.. Daniel
M.or~
ton gustara más que ninguno de oir contar al
Sr. R-omero la historia toda del naufragio
y
salvamento milagroso,
y
no sabía de qué ma·
nera mostrarle su agradecimiento, pues no
bastaban las manifesta-ciones de una amistad
profunda que debía durar tanto como la vida.
El
extranjero sacado de en medio de las
aguas no había podido aún dejar el cuarto que
se le destinó; pero recibía frecuentes visitas de
todos los habitantes de la casa, (que le trataban
con muchísimo agasajo
y
cal'itio.
Él
por su -
parte merecía bien tantas ' atenciones, porque
'era de lo que no hay en punto
á
caballerosidad
y
cortesía . Pronto.conoció
D.
Juan que
había
dado albergue
á
un,a persona bien nacida, de
trato muy afable
7
de carácter noble
y
re·cto,
delicadísima, y adornada con instrucción tan
vasta que en casa de Lantigua todos estaban
atónitos.
e
¡Cómo se-conoce que es
u~
cumplido caba–
llerol-manifestó D. Juan
á
su hermano cuan–
do los dos, juntamente con el
do~tor
Sedefio,
tomaban chocolate, después de . volvf>l' de
la.
Abadía,
donde el Prelado decía misa diaria–
mente ..
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