I
GLORIA
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-Es-verdad. Me agrada en
extremo~dijo
,
,
el Obispo.-lLástima que sea protestantel
-¿Y
lo será?
,
-Debe de serlo-afirmó Sedefto.-Siempre
que hablamos de aauntas religiosos parece de–
seoso de esquivar la conversación. .
-¿Per~
ha dicho algo ofensivo
á
nuestra "
Santa Iglesia?
-Ni una palabra. Se
mu~stra
muy deferen–
'te con el catolicismo, y
}lO
. le he oMo jamás
vocablo ni reticencia que puedan tomarse
ti
.vituperio...
.
-¡Qué ocasión, hermano mío-indicó Don
Angel con devoto celo, -para hacer una gran
conquista para traer una .oveja al rebafio de
Jesucristol
-Es difícil-murmuró Lantigua. - Será
hombre de convicciones.
-Pero de convicciones perniciosas. Mira
tú,
. hermano: pues yo lo he de intentar•.•
-Cuidado, que estos herejes,
~uando
les to–
can
tí
su herejía, son como el puerco- espín.
-Nada se pierde con intentarlo, ho-mbre.
Él estará todavía algún tiempo 'en tu casa, por–
que no es justo que le dejemos marchar antes
de que se reponga por completo.
-Seguramente.
-Bien, ¿pues qué se pierde? Yo le diré algo