II Congreso Nacional de Lectura
y
Escritura
Esto no siempre es cierto, pues responder «correctamente»
una pregunta de tipo literal no requiere mayor esfuerzo,
pues basta acudir al texto para encontrar el dato requerido.
Leamos, por ejemplo, el siguiente texto titulado «La mija
del Kon»:
114
La mija def Kon avalandr6 su remil. Se multi6 en el solanto
de la chu
y
frundi6 afio/adamente. La mija def kon
dromedi6 a la sanj6, pero no la cholandr6. Cuando Kon
soland6, la mija se orteli6 samandramente en el ponci6.
La mija frundi6 por el Kon. Todos los entrianos cunazaban
al Kon, pero se poltronaron al solandar el Kon. Por eso la
mija avalandr6 su remi/.27
Ahora demos respuesta a las siguientes preguntas:
lQue avalandr6 la mija del Kon?
lC6mo
frundi6 la mija del Kon?
lQue sucedi6 cuando Kon soland6?
lQuienes cunazaban al Kon?
lCuando se poltronaron los entrianos?
lPor que la mija avalandr6 su remil?
Sin duda, estas preguntas pueden ser respondidas sin mucho
esfuerzo tan solo con recurrir al texto. Pero llo hemos
comprendido acaso? La respuesta es obvia.
Se trata entonces de plantear un conjunto de indicadores
que nos permitan evaluar si el estudiante en verdad ha
comprendido el texto: si es capaz de discriminar informaci6n,
establecer relaciones (causa-efecto, todo-parte, etcetera),
organizar la informaci6n, hacer inferencias, entre otras
habilidades. Para ello debemos tener en cuenta los distintos
niveles de la comprensi6n de lectura.