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y las extienden artificialmente

cuando pueden»

(Ensayo XII).

Dos conceptos, dos pr6cticas,

sin duda contradictorias, se don

la mono. Las nuevas posibilida–

des que abren las riquezas de

esos mundos nuevos, y en con–

secuencia, el reto de dominar y

controlar tierras y subditos leja–

nos. Del otro, la evangelizaci6n.

Puede que nosotros, despues de

siglos de secularizaci6n, no lo per–

cibamos de esa manera, pero el

siglo XV y el XVI en particular, fue–

ron tiempos del cisma en Roma,

de Lutero, de la Reforma

y

la

Contrarreforma, de las guerras

de religion . La cristianizaci6n de

las Indios est6 marcada por todo

aquello, y cristianizar lejos de esas

querellas, lleva a nuevas interro–

gaciones. 3De que derecho, se

preguntar6 el padre Victoria, el

acto de conquista? 3No es la

destrucci6n de las Indios, denun–

cia el padre Las Casas, lo que

los invasores hon aportado? Se

abrir6 un debate, que partiendo

del derecho de gentes prepara

el de los derechos del hombre

(Vease nota sobre la orden fran–

ciscana, en «Breve historia univer–

sal del libro»).

Pero si la tierra no es ese lugar

donde las aguas esperan a los

navegantes para echarlos ha–

cia abismos tenebrosos, si la cru–

zan en diversos sentidos carabe–

las y luego pesados galeones,

agrupados, en flotas, es cierto

que se va a intensificar como

nunca el flujo de intercambios

comerciales. Y no deja de ser

verdad, el efecto contrario,

aparece una polftica de 6spe–

ra rivalidad entre las potencias

europeas. En

1527,

un merca-

Joyas de la Biblioteca

der, Robert Thorpe, lo dice cla–

ramente cmo hay mar donde

no se pueda navegar; ni tierra

donde no se pueda habitam. Sf

el Tratado de Tordecillas dice

lo contrario, dado por un Papa

de origen espanol, un Borgia, a

castellanos y portugueses, pero

ingleses y franceses les oponen

sus corsarios, a los que pronto

se sumar6n los holandeses, y

por su cuenta se van explorar

el lado norte del continente, y

Jacques Cartier remonta los rfos

del Canada de

1535

y

1541 .

La

rivalidad proseguir6 en los mares

cuando el descubrimiento de

las minas americanas en el XVI ,

Zacatecas en Mexico y Potosf

en el Alto Peru, provocan una

extraordinaria progresi6n del

comercio transatl6ntico. Pierre

Chaunu, que ha estudiado esa

«Carrera de Indios», «un subpro–

ducto de la explotaci6n de las

costas portuguesas del Africa»,

senala que estuvo signada por

fa

XVI ,

EN EL ASOMBRO DEL MUNDO

la dificultad .

1

Conquista del es–

pacio marftimo, potente sistema

naval y mercantil, pero nada f6-

cil, entre Sevilla y America, hay

20

mil kil6metros cuadrados . El

primer defecto, la distancia. De

Sevilla a Manila, los extremos,

Cinco anos . Otros defectos:

lentitud, piraterfa. La respues–

ta : la navegaci6n se hace por

convoyes, por flotas. Del sur.

De Barlovento. Lo que tiene sus

inconvenientes: sobre 18 me–

ses entre Andalucfa y Mexico,

solo cinco y medio de navega–

ci6n efectiva. Pero, acaso no

nos hemos percatado de ese

inmenso trasvase de hombres

y de productos. El movimiento

de mercancfas entre Indios y

Europa fue incesante. Y con los

productos, los libros, las ideas.

Chaunu, que ha examinado mi–

nuciosamente ese tr6fico, sola–

mente para el lapso entre

1500

y

1650,

cuenta

45

mil viajes. El azar

del mar, tiempos largos, tiempos

A/go que

admiraban los europeos (sus humanis tas) de las Inc as, era el princip io de

autoridad. El poder de/ Inca

como

ejemplo de potestad real, en momentos en

que

se

afianzan las Monarqufas nacionales en /ucho contra

/os

seriores feudales.

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