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30

que la inflamacion, en todos sus cns()s,

dehe curarse con

estímulos? Es indudable, por

cjentplo,

que

el

paüquimagogo

ha. curado

cliserilfrrfas

que

no

halrian

podido

·vencer ni efmé¡¡,.

todo estricto antiflojístico, ni el

astrino·eríte;

ni el

mercu–

rial (

§).

¿Diremos por esto que

elpm~quhnagogo

es el re.

medio de

fa

disenteria?

Nos atrevemos

á

asentar una proposicion algo

para–

dójica,

y

esta es,

(]Ue

no

hay

quizá' ninguna suhstanda.que

no

pueda ser mas 6

ménosúül,

seguw

el

vario

rnodo

de admi–

nistrarla,

y

los individuos áquienes se admin"istrn, en alguno

de.

los

esta-dos morbosos

que se

sucedenen'ütiala.rga

y

com•

phcada

enfermedad

cualquiera

que ella

sea. Es

por

esto

que no

hay sistema

quo no

álcgue

su esperiencia, ni charla·–

tan que no

proclame sus

milagros

(§§).

(§)

Pudierarnos referir varios Pjemplos de

esla

especie, ob–

servados por nosotros en Buenos Ayres, d01tde es grande · el

abuso que se hace delpanquimagogo.

Nosconu:ntarettios aqui

eon eita1· el caso de nzwstro buen amigo

el

Br.

D:.

Jt!la'nitel

de

la Cruz :hfendez, Boliviano, actualmente en ·Lima. ·

llallándoss

este caballero al borde del 8epulcro, en

1835,

por una

grave

disenteria, que despues de haberlo ajl(iido

largo

tiempo

m

el

Pnú le

acometió con

mas

obsfrnacion ygravedaden Santiago

de Chile, desengañado ace1·ca. de los remedios mas comunes,

y

del ca!omelano de que se le habia administrado una cantidad

poco comun, halló en el

panquimagog-o,

cuyo uso timimos no–

sotros en aquella ocasion

d

buen .-;entido de no clesaprobur,

una vida que muchos llamarian milagrosa,

y

una salud casi

completa de que está gozando todavia.

Atacado en seguida

por una erupcion al cuero cabelludo, la que nosotros hemos con.

siderado como una. revulsion espontánea de

la

antigua injla–

macion gastro-inLesti.nol, ha debido

á

su fino juicio

y

á

nues·

tros

cons~jos,

el no haber cerlulo

á

las 'insinuaciones de algunos

incnnsülerados que, )u-:;gando su mal de naturafoza vene·rea,

le han aconsejarlo el uso del mercurio.

Parece que el destino

armado con

este

1,eneno,

no cesa rfo

perseguir

al

J)r.

ftfendez.

(§§)

Bn una conuersacion que tuvimos, no haf'e rnudio, con

uno tle lo.<; principales facultativos de esta capital

(el

Dr.

R.)

sobre el abuso del calomelano, habitmdo este disting1údo profe–

sor alegado en fa'uor de su administracion en varias enferme·

darles los

hechos,

como se sude de un modo vago

y

jeneral, nos

wmamos la libertad de ltu.cerle reflexionar, que

e8

verdad que