Angeles,
y
De111011ios.
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3
que convenían
á
su sanidad , no gustaba que
el
diablo residiera entre mis feligreses ,
y
que
así la babia de deber que quando se sintiese ·
molestada del espíritu maligno , fuese
á
otra
J
parte
á
oir Misa ,
y
no executándolo que la
1nandaria irremisiblemente echar fuera, lo que
le seria
muy
vergonzoso. Este aviso , si no
la libertó
á
ella del demonio ,
1ne
libró
á
mí
de sus impertinencias : quando aquella 111uger
oía
la Misa , que
yo
celebraba , hacia de de~
monio mudo ; pero grande hablador ,
ó
grita–
dor en las Parroquias vecinas.
1
o
I
Entre varios chistosos cuentos , que
suceden entre las que se fingen endemoniadas,
me ocurre uno digno de celebrarse , que oí
á
su mismo autor algunas veces en sana sa–
lud,
y
en ,su última enfermedad un día .,
ó
dos
antes de su muerte. Era este n1edianamente ·
latino,
y
tenia presente algunas reglas de gé–
·neros ,
y
pretéritos de Antonio de Nebrija,
conser_vando siempre un humor agradable . ,
y
placentero. Yendo de viage en cierta ocasioh
corr alguna comitiva, encontró
una 1
de estas
endemoniadas haciendo los acostumbrados ges-–
.tos :_mostró compadecerse ,
y
cogiendo cau–
telosamente un guijarrillo, lo envolvió en un
Tom~II.
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pa-