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Angeles,

y

De111011ios.

37

3

que convenían

á

su sanidad , no gustaba que

el

diablo residiera entre mis feligreses ,

y

que

así la babia de deber que quando se sintiese ·

molestada del espíritu maligno , fuese

á

otra

J

parte

á

oir Misa ,

y

no executándolo que la

1nandaria irremisiblemente echar fuera, lo que

le seria

muy

vergonzoso. Este aviso , si no

la libertó

á

ella del demonio ,

1ne

libró

á

de sus impertinencias : quando aquella 111uger

oía

la Misa , que

yo

celebraba , hacia de de~

monio mudo ; pero grande hablador ,

ó

grita–

dor en las Parroquias vecinas.

1

o

I

Entre varios chistosos cuentos , que

suceden entre las que se fingen endemoniadas,

me ocurre uno digno de celebrarse , que oí

á

su mismo autor algunas veces en sana sa–

lud,

y

en ,su última enfermedad un día .,

ó

dos

antes de su muerte. Era este n1edianamente ·

latino,

y

tenia presente algunas reglas de gé–

·neros ,

y

pretéritos de Antonio de Nebrija,

conser_vando siempre un humor agradable . ,

y

placentero. Yendo de viage en cierta ocasioh

corr alguna comitiva, encontró

una 1

de estas

endemoniadas haciendo los acostumbrados ges-–

.tos :_mostró compadecerse ,

y

cogiendo cau–

telosamente un guijarrillo, lo envolvió en un

Tom~II.

Aa 3

pa-