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Discurso IV.

·ña son tan freqüentes como en Galicia; mas

·por

otros países

extrangeros , segun leemos en

sus

libros ,

es

igualmente

comun

este

diabó-–

lico

contagio.

Un

'Párroco,

no menos

docto,

que cerciorado de

estos comunes

fraudes , me

refirió

'que en el

principio-

de su tninisterio s~

encontró con

tantas

endemoniadas en

su Par–

roquia , que no sabia cómo portarse con seme~

jante_s

espíritus.

Era

notable

la

inquietud

que

con sus chillidos le

causaban ,

y

á

todo

su

P1.~eblo

al

tiempo

de celebrar

la Misa. Echa–

das

bien

sus

c1~entas

sobre

el remedio

mas

·conveniente ,

no

encontró otro más eficaz, ·que

coloc_ar un Sacristan

en medio de

la

Iglesia

con una

buena

vara ,

ó

palo ;

y

con -orden

de que sobre la

prhnera

que

chistara -

desear-

. gase

un golpe sin. .

piedad,

y

lo

pro·pío

sobre

la

siguiente , sin perdonar

á

alguna. . Este in–

genioso discurso le sirvió mas bien que quan–

tos

conjuros-

.- e~erchaban ,_otros, viéndose pron–

tamente

Jibte

de aquella

molesta plaga

d_é de•

n1oni-os ,

ó

demonias:

Por

puedo

decir,

que -

-siendo

Cura ;

á

la p_rimera .: vez que una en–

demoniada·

me mostró inquietud , con

gestos,

y

~hillidos en la

Iglesia , Je avisé -caritativa-

. mente , -

-:acabada lá)- Mis_,,a ,

entre

otras, c_osas,

· -

que