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Discurso IV.
nas.
Son
claros los testimonios
lo
de que las
gentes creyeron ,
y
aún creen en esta parte.
Las infecciones· del ayre ,
ó
de
la
atmósfera,
y
males que
en ella
causan, ele donde se de–
riva el trastorno de sus haberes ,
ó
hacien–
das. No solo en
la
atmósfera ,
y
lugares
su~
blimes exercen su malignidad ,
sin9
que des–
cienden mezdindose entre los . hombres ,
ya
turbando sus casas ,
y·
poblqciones ,
á lo que
llamaban
obsesion
,
ya tambien introducién–
dose en sus cuerpos ,
á
lo que llamaban
pose–
sion.
No tanto era conocida en el Gentilismo
la posesion , como la obsesion , esto es , no
tanto estos -malos espíritus se intraducian en
los cuecpos ; como los _~ociaban dominando
las habitaciones , causando en ellas ter.ribles
estragos ,
al modo., segun ·
concibo,
de_
nuestros
trasgos · ,
ó
pretendidos duendes. No ignoraban,
como
ni aun
hoy
ignoran ,
sus modos
de- ex-–
pulsion , todo reducido, segun puede bien
en~
tenderse ,
á
groseras supersticione·s.
§.
II.
66
Lo mas famoso en este particular eran
ciertas
composi~iones , que llamaban
amuletos,
ó
talismanes
,
colg_ados
del
cuello ,
ó
_aplica–
d.os