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propia conciencia, y rindiendo homenaje á las manifestaciones de la opinion
pública que tal emergencia han formulado.
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Estoy íntimamente persuadido, de que sin hacer efectivas las responsabi–
lidades de los Generales y Jefes de
la
República en las diversas funciones á
que se les destine, no hay medio de moralizar el ejercito y salvar la situa–
cion y lamento profundamente que no se haya empezado conmigo, como
con reiteracion lo he solicitado, pero no es mía la culpa y en defecto de un
Consejo de Guerra que me absolvería, estoy cierto despues de oirme, forzoso es
apelar á mi justificacion por medio de la publicidad de mis actos y descargos.
• Ha de serme permitido, siquiera porque se me ha atacado tan cruelmente
y
calumniado tan sin razon, esponer cual ha sido mi conducta y mi participa–
cion en los sucesos militares de estos dos últimos años.
• Desde luego puedo aseguar que he sido el único Jefe de la República
que he permanecido en campaña durante la guerra sin interrnpcion de un
solo dia.
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Los Generales se han sucedido al frente del Ejército, los Coroneles al
frente de sus divisiones, solo yo he permanecido en mi puesto desde el mis–
mo dia de la invasion de Aparicio.
• Yo estaba en Montevideo cuando eso tenia lugar, é inmediatamente por
órden del Presidente de la República marché á Paysandú á reunir la division
de ese departamento, lo que efectué sin demora en número de 500
hombre~.
• Me disponía á pasar al Sud, cuando recibí órden de no hacerlo y mas tar–
de del Brigadier Castro, General en Jefe del Ejército, de mandar los escua–
drones á sus respectivas secciones, so pretesto de que no era necesaria la reu–
nion y movilizacion de tantas fuerzas.
• Pero la reaccion tomaba cuerpo y fué necesario continuar las reuniones,
entre tanto el General Caraballo era nombrado Comandante Militar de los de–
partamentos al Norte del Rio Negro y yo le entregaba primero la Division
Paysandú y luego la division del Salto que fuí á buscar personalmente.
• Una vez reunidas aquellas fuerzas en número de 800
á
900 hombres el
General Caraballo me ofreció el comando de la division de Paysandú que yo
rehusé, indicándole para mandarla á su propio hermano.
• Quedando entonces sin puesto militar
al
Norte del Rio Negro, vine
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Montevideo y como manifestase al General Batlle, entonces Presidente de la
República, la conveniencia de que se pusiese al General Caraballo al frente
del ejército, se abrigaron algunas desconfianzas sobre mi persona, derivadas
sobre el entredicho en q ne había estado aquel General con el Gobierno, y sin
carácter alguno oficial, me trasladé á los departamentos de Minas y Maldona·
do-donde estimulé á mis amigos á los Coroneles Llanes y Gimenez á activar
las reuniones, incorporándolas á las que á mi paso dejé haciéndose en el de·
partamento de Canelones.
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El caso es que á los quince días estuve al frente de Montevideo con una
columna de 600 hombres que hice desfilar frente al Cabildo, y al mes se
daba la batalla de Severino con un ejército formado sobre la base de aquella
division que yo reuní y traje, entregándosela al General Suarez, para cuyo