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raciones, y Vd. bien lo comprenderá; así es que, no puedo menos que reco–
me¡¡darle el celo, el loable empeño de nuestro amigo D. Ernesto, que aun
convaleciente y en estremado estado de debilidad, no ha dejado de contraerse
á ese envio, que solo él podia hacer, como se lo dije á Vd., pues si hubiese
estado en conocimiento de tantos amigos de aquí, el secreto era imposible y
por consiguiente el éxito.
»
Como debe hacerse la merecida justicia á los que tan decididamente se
consagran al servicio de la revolucion, tanto mas en vista de la glacial indi–
feren cia, del egoismo de la mayor parte de nuestros pretendidos correligiona–
rios políticos, que solo tienen brios para tomar la direccion política de los
hombres libres que están á sus órdenes, me permito indicarle la conveniencia
de escribirle algunas líneas á ese patriota; pues él es quien ha podido conse–
guir que fueran llenados sus deseos de tener esas piezas con
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balas.
(1)
»
Próximos al momento de darse una batalla, que ha de absorber toda su
atencion, pues de su éxito depende la suerte de la Patria, no me parece opor–
tuno contestar estensamente, como lo merecía su citada carta. Sin embargo,
creo deber tranquili zarlo sobre sus temores de que pueda mi ánimo desmayar;
mi vida entera h
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a sido consagrada al cumplimiento de mis deberes de ciudada–
no que, por cierto, no me han proporcionado satisfacciones, sino amargas
decepcion es, ingratitud, injurias inmerecidas. Pero en esa agitada vida, como
única compensacion, he adquirido la experiencia necesaria para conocer las cosas
y los horr;bres de mi pais, lo que me ha permitido ver mas claro que otros
el extravío de nuestros hombres públicos, sin haber por eso p1evenido nues–
tra humillacion y ruina; porque nunca he sido creído. Solo cuando he podido
obrar por mi, me ha sido inútil esa experiencia. Ahora, como antes, cuando
éramos bien pocos los que considerábamos posible salvar la patria, apesar del
círculo de fierro de la alianza, del desparramo de nuestros ciudadanos, en todas
partes perseguidos, y del sometimiento de los que se conservaban en suscasas,
fundé mis esperanzas en el patriotismo de nuestras masas para la reivindica–
cion de nuestros derechos. Usted las ha dirigido, y tan hábilmente, que el
ciudadano se consideraba libre aun sirviendo como soldado, cosa bien rara, y
de la cual se felicitaba el pa\s si V d. vencia con el esfuerzo de hombres libres.
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Vino un momento en que se violó su posicion, y quísose entronizar un
militari'smo, fruto de la fatal escuela en que se nos había formado. La re•
volucion cambió de faz, y se ha visto la diferencia de los resultados. Yo que
todo eso lo preveía, no podia dejar de tener mis sérias inquietudes por usted
que ha venido á ser el hombre histórico de ese levantamiento del pueblo con·
tra la opres ion, título honroso, pero de inmensa responsabilidad, y que que·
rian suplantar varios ambiciosos.
»
Usted ha tocado ya donde puede ir la ingratitud. Me dice Vd. que ya se
disipó todo lo que desunia los ánimos. Dios lo quiera, pero, esté Vd. cierto
que hoy la revolucion no es lo que fué en su origen, y que lamentable es
(1) Estas piezas de cañon
á
que se refiere el Sr. Nin R eyes, son las que condujeron al ejér–
cito revolucionario los oficiales M endez
y
Mozo antes de la batalla de Manantiales,