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Antonio, para que le dijesen que se apronta e para acompañarme,
á
lo qu
contestó que no seguía
á
blancos; entonces volví
á
mandar
á
los dos soldados
mencionados con cuatro mas para que lo condujesen
á
mi pre encia, pero an–
tes de que pudiesen llegar con él
á
donde yo estaba, hizo armas contra los
que lo conducían y entonces, señor J efe, mis soldados no tuvieron mas reme–
dio que hacer uso de las armas que les había dado la patria, para hacerla res–
petar y para defensa de los que combatimos por ella, habiendo sido inútil toda
clase de persuacion para que se ri ndiese, por lo que se vieron obligados, lle –
gando al doloroso estremo de tener que darle muerte.
• Lamento, señor J efe, esos hechos, pero la obstin acion de ciertos individuos
como la de Juan Antonio, es lo que mucha vece nos pone en
~l
impresci n–
dible caso de no poder evitar el que ellos se repitan .
• Dios guarde
á
V. S. mucho año. .
I-feleodoro Tt'to Gomer: .
U na d la mayores fi estas para los revolu cionario eran lo
dias qu ha ian g rande
recojidas
de potros, q u de pues do–
mal an n 1 ej ército para aum nta r la aballadas.
alía un
s uadron 6 una divi ion ele aball ria, y tomando por teatro
d u op raci n una gran área de te rreno de plegába e la
mitad omo en g ue rrilla, p ro á grand s d i ta-ncias los uno d
lo· otro , y el re to e n o·rupo , p netraba al centro del camp .
Lu go aquí espanta! a n s to lo a nimal es para la lín ea y lo.
otro lo contenían cerrándol · s 1 pa o ha ta qu re unido 1
mayor núme ro posible, lo er caban
y
como una exhalacion
pr <luci endo un ruido
in~
rna1, á todo
cape lo llevaban
á
inmed ia to . L a ma
d urant la r olu -
prac ti 6 n
Rin on de lo Tape ,
n lo campo de D. Eufra io Bál-
d la
i rra de lo Infierni-
de aballeria á ha ria
e
on un c u ro atad
n una
<li
parada d