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En las filas d el Gobierno babia tambie n alg una juventud: los
doctores Ramirez, los H e rre ra y Obes, los Sua r ez, los Pa–
lleja, los Bustamante, Garzon, Cos ta, Bauzá , Cast ellanos, Flo–
res, Conde, Muñ oz y Maines, G.urmendez, Gradin, Ellauri, Mar–
tinez, Aguia r, Maga riñ os , et c. et c .
Entre los individuos que se hi cie ron p opula r es en el ejérci–
to por varias circunstancias, p od emos cita r á los sig ui entes:
El moreno Bibiano, trompa d e órden es d el G en e ral Apa ri–
cio, y que lo a compañ ab a á est e j efe hacía infinidad de años
siempre en el mismo puesto: fu é uno de los 44.
Los morenos «Siete cue ro s » y Córdoba, que s ervian á la r e–
volucion de sde la p e lea d e E spuelitas.
El Gaucho Florido, t an conocido en Montevideo, que d esa–
pareció del orte d el Ri o
egro d espues de la b a t alla d el Sau–
ce, perdiéndo se en una ma r cha d e n oche, t eniendo la s uerte
de poder internarse en el B rasil.
El
Sargenti to,
un much acho del departamento d e Minas, que
se presentó al G en e ral Aparicio a ntes d el sitio .de Montevideo
y que s e hizo célebre p or su s di abluras en las carneadas y su
arrojo en los combates.
La china P etrona, qu e al p rincipio anduvo v estida d e hom–
bre, formando y e ntrando en pelea
á
la par de los <lemas sol–
dados; digno émulo d e la famosa China Ca talina de la n o menos
famosa cruzada libertadora .
El m oreno Aparicio y el
vasco
B astarrica, dos t ipos esp e–
ciales-grandes tirad or es-qu e en el sitio de Montevideo pro–
vocaban
á
cada m ome nto combat es con las fue rzas sitia das p or
sus imprudencias en irse
á
pelear sobr e las trincheras.
El
Gato,
un italian o qu e trajo de E ntre-Rlos el Coronel Ra–
fael Rodriguez.
El
ing les
J orge Willi ams y el
vasco,
como les d ecian , valien–
tes chas queros d el Gen eral Aparicio y D. Fed e rico in Reyes.
Fernandez Fisterr a, qu e se hizo popula r y estima do p or sus
ocurrencias g r aciosísimas y s us b u enos ser v icios.
Don Antonio L oza, conocidísimo como vivandero liberal y
generoso hast a el estr emo d e que se arru inaba por fia r
á
t odos,
y, por último , p or q ue tuvo la d esg r acia de perde r s us carros en
la batalla de Ma nantiales.
Y otros muchos q ue s e nos han olvidado.
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