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cito mas entusiasta y numeroso que haya recorrido las campi–
ñas orientales.»
En una palabra, nadie contaba con las fuerzas gubernistas del
Norte, ni con la especie de hidrofobia y deseos de venganza
del siniestro personage Goyo Suarez, que, segun lo decía en–
tónces y en parte lo cumplió despues,
si
hubiera podido reu–
nir
á
todos los Blancos en una sola cabeza, él la hubiera
cortado sin titubear
y
con un placer inmenso.
He aquí ahora las cartas cambiadas entre los señores Rivera
y
doctor Ramirez,
y
los partes del General Caraballo que he–
mos ofrecido reproducir al final de este capítulo:
CARTAS DE RIVERA Y
RAMIRE:z
" San Salvador, Octubre 1º de 1870.
"
Señor Dr. D. José P. Ramirez.
" ..Estimado compatriota y amigo: Quizás antes de recibir esta, haya recibido
usted noticias del triunfo nuestro en Corralito; yo con mi carácter franco y aun·
que opuesto en opiuion política, se las voy á trasmitir á la lijera, y en una
parada que hacemos en Ja persecucion que desde ayer iniciamos á los restos
del
Salvador ejército del Norte.
'' El 29 á las ro y rp ú once de la mañana, empezó en el Corralito la ba·
talla que ha de llevar ese nombre. Fué reñida y sangrienta. Caraballo y su ejér·
cito, cumplieron su deber como orientales, peleando con bravura; pero la suer–
te de las armas y el entusiasmo J e sus enemigos, sobrepujaron al del ejército
del Norte y triunfamo1a completamente.
" Caraballo quedó sitiado en una altura con solo 500 hombres de caballeria
y los infantes. El resto de su .caballeria, se desbandó completamente como en
Severino.
" Corrió abundante sangre oriental; yo y olros amigos, como el General Mu·
niz, el Dr. Basañez y otros, iniciamos la idea de un parlamen to que fué acogida
con el mayor placer por Aparicio. Fuí portador de él, con D. Manuel Mendez;
los Generales Aparicio y Caraballo con varios jefes de una parte y otra se vie·
ron y aquel prometió bajo su palabra de honor, como militar, pactar al dia si·
guiente, y únicamente pidió como deber de humanidad, que Aparicio levantase
el cerco y les permitiera irá saciar la sed de sus soldados en una cañada que
se hallaba cerca de la estancia de Duway donde se habían refugiado.
'' Aparicio, con una generosidad que Je ha traido sérios disgustos para con
sus amigos, y fiado en la palabra de Caraballo, no solo le permitió matar la
sed, sino que lo dejó libre completamente retirándose, contra la opinion mia
y de todo el ej ército, á dos leguas de distancia del terreno del combate. Esa
retirada, hija solamente de la buena fé en ese momento de Aparicio, impar·
taba decir al enemigo, váyase,-si quiere engañarme, yo confio en la pala·
bni de honor de un jefe militar de la grnduacion de Caraballo. Perú sin