REVOLUCIÓN DE l 'GLATERRA.
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-por cuantos sufren, y la generosidad con que acudía
,á
reparar los perjuicios causados por sus ligerezas,
eran cualidades que exclusivamente le pertenecian.
Sus compañeros veían con asombro Ja distinción que
hacía el pueblo entt-e él
Y.
ellos.
"Él puede liacer lo que
.quiera,
decía Wilmot,
que siempre tendrá
i·az6n.»
La opi–
nión popular se hizo aún más favorable á Dorset
cuando el tiempo y el matrimonio modificaron sus
·Costumbres. Sus graciosos modales, su conversación
chispeante de ingenio, su buen corazón y su libera–
lidad eran univcrsalmP-nte elogiados. No· pasaba un
día, decíase comúnmente, en que alg·una familia
desgraciada no tuviera motivo para bendecir su hom–
bre; y no ob tante ser de tan buen natural, era de
-espíritu tau mordaz, que los burlones cuyo ing·enio
era temido en toda la ciudad, sentían á su vez gran–
dísimo miedo de las burlas de Dorset. Todos los par–
tidos politicos le estimaban y halagaban, pero la
política no era muy de su gusto. Si la necesidad le
hubiera obligado
á
ocuparse en la cosa pública, tal
vez se hubiera encumbrado á Jos más altos puestos de
la nación, pero había nacido en tan alto rango , y
eran tan ping·ücs sus riquezas, que carecía de muchas
.de las causas que mueven á los hombres á ocuparse
en los negocios públicos. Dedicóse al Parlamento y á la
.diplomacia nada más en la medida necesaria para de–
mostrar que, con sólo querer, hubiera podido rivali–
zar con Sunderland y Dauby, y una vez conseg·uido
su objeto, se entregó á empresas más conformes con
.sus aficiones. Semejante
á
otros muchos hombres
que, dotados de g randes facultades, son indolentes
por naturaleza y hábito, lleg·ó
á
ser una especie de
.sibarita intelectual, maestro de todos aquellos cono–
.cimientos agTadables que pueden adquirirse sin
g randes esfuerzos. Era tenido por el mejor crítico de