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LORD MACAULAY.
gobiernos. Todos los que sufrieron tan gloriosa des–
gracia erau Lores de gran cuenta, que basta aquí:
fueran mirados como firmes defensores de la Monar
quía. Algunos de los nombres que figuran en la lista.
merecen especial mención.
El primer aristócrata de Inglaterra,. y ciertamen–
te, como los ing leses gustaban de repetir, el primer
aristócrata de Europa, era Aubrey de Vere, vigésimo
y último de la antigua estirpe' de los Condes de Ox–
ford. Databa su títul o, trasmitido sin interrupción
por descendencia masculina, de una época·en que las
familias de Howard y Seymour eran aún oscuras,
cuando los Nevilles y Percys eran sólo conocidos en
sus provincias y cuando todavía no se pronunciaba
en Ing'laterra el g ran nombre de Plantagenet. Un
jefe de la Casa de De Vere había desempeñado un
mando importante en la batalla de Hastiugs; otro , en
unión de Godofredo y Tancredo, había ll egado , ca–
minando sobre montones de cadáveres musulmanes,.
al Sepul'cro de Cristo. El primer Conde de Oxford ba–
bia sido ministro de Enrique. Beauclerc. El tercer o era.
de los más notables
entr~
los Lores qiae obligaron al
Rey Juan á otorgar la Magna Carta. El séptimo Conde
peleó bravamente en Crécy y Poitiers . El décimoter–
cio, tras muchos carobios de la suerte, había acaucli–
llado el partido de la Rosa encarnada, y mandaba la
vanguardia en la decisiva batalla de Bosworth . El
décimoséptimo Conde había brillado en la Corte de
Isabel, ganando puesto honroso entre los primeros
maestros de la poesía inglesa. El Conde décimonono
había caído, peleando por la religión protestante y
por las libertades de Europa, •bajo los muro.s de Maes–
tricht. Su hij o Aubrey, en quien terminó la más anti–
gua é ilustre estirpe que había visto Ingla terra, hom–
bre de moral no muy estricta, pero de carácter inofen-