REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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.se conservan escritas de su propio puño en libros de
-0asi todas las ramas de la literatura. Hablaba el fran-
-<:és como un gentilhombre de Cámara de Luis XIV,
y
el italiano como un ciudadano de Florencia. Era
imposible que un joven de tales prendas no desease
penetrar los motivos que habían inducido á su fami–
lia á negarse á entrar en la religión del Estado. Estu–
<lió con gran atención los puntos discutidos; some-–
tió sus dudas á sacerdotes de su reli g'ión; presentó
.sus respuestas á Tillotson; pesó los argumentos de
.ambas partes detenida
y
atentamente,
y
después de
una investigación en que empleó dos años, se decla–
ró protestante. La Ig lesia de Ing'laterra acogió con
gran regocijo al ilustre converso. Grande era su po–
pularidad, pero aun se hizo mayor cuando se supo
quf: habían sido vanas las reales instancias
y
prome–
sas para volverle de nuevo á la superstición que había
abjurado. El carácter del joven Conde no se desarro–
lló, sin embargo, de una manera completamente sa–
tisfactoria para los que habían tenido parte principal
-e n su conversión. Sus costumbres en modo alguno
escaparon al contagio de la licencia que estaba en
moda. En verdad, la controversia que le babia apar–
tado de sus antiguas preocupaciones· había contri–
buido al propio tiempo á quitar toda fij eza á sus creen–
cias, entregándol e casi exclusivamente á merced de
.sus inst.intos. Pero si sus principios no eran inque–
brantables, era su natural tan generoso, su carácter
tan blando, sus maneras tan elegantes
y
amables,
que era imposible no quererle. Llamábanle desde su
juventud el rey de los corazones, y durante su larg·a,
borrascosa y combatida existencia no se hizo nunca
indigno de aquel título (1).
(1) Coxe,
Correspondenc'ia de
Slirewsb1~ry;
Memor ias d.e
1J11.1-