REVOLUClÓX DE INGLATERRA.
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Grandes temores se mezclaban á la nueva esperanza
que alentaba en el ánimo del Rey. Necesitábase algo
más que el nacimiento de un Príncipe de Gales para
el buen éxito de los planes trazados por el partido
jesuita. No era muy probable que Jacobo viviese
h asta que su hijo se hallase en edad de ejercer la au–
toridad real. La ley no había previsto el caso de la
menor edad. El Soberano reinante no era competente
para sancionar
di~posición
legal en este punto, y
sólo el Parlamento podía suplir aquella falta .
Si
Ja–
cobo ll egaba
á
morir antes de haber ll enado aquel
vacío de la ley, y dejaba un sucesor de pocos años , el
Poder supremo iría
indudablem~nte
á manos de pro–
testantes. _Aquellos toríes que 'más :firmemente soste–
nían la doctrina de que nada justificaba la resistencia
á
su seño r natural, no tendrían el ro
no~·
escrúpulo
en c).esnudar sus espadas contra una católica que se
atreviera
á
usurpar la gobernación del reino y del
infante soberano. Y cuando esto sucediese, el resul–
tado de la lucha no pod1fa ser dudoso . El Príncipe de
Orang·e, ó su esposa,sería declarado Regente. El joven
Rey sería entregado en manos de maestros heréticos
cuyas artes borrarían muy pronto de su
menb~
las
impre iones de los primeros años rle la infancia. Po–
dría salir otro Eduardo VI, y la bendición implorada
por intercesión de la Virgen María y de San Winifre–
do, convertirse entonces en una maldición
(1 ).
Con-
(l) La inquietud del Rey acerca de este asunto ha sido muy
bieu descrita por Ronquillo, diciembre 12
(2~),
1688. •Un Príncipe
dg
Gale~
y un Duque de York
y
otro de Locbaosteraa (supongo
que será Lancaster¡ no hastan á reducir la gente; porque el Rey
tiene cincuenta y cuatro años, y vendrá á morir dejando los hijos
pequeños, y entonces el reino se apoderará dellos,
y
les nombrará
tutor y los educará en la religión protestante, contra la disposi–
ción que dejare el Rey y la autoridad de la Rema.• ·