REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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había abandonado su puesto. De nada no sretractamos.
En nada somos inconsecuentes. Continuamos soste–
niendo, sin modificación, nuestra antigua doctrina.
Sostenemos todavía-que la resistencia
á
los Magistra–
dos es siempre criminal, pero también debemos decir
que ya no hay Magistrado
á
quien hacer resistencia.
El que lo era, después de haber abusado por mucho
tiempo de sus poderes, ha terminado por resign arlos.
El abuso no nos daba derecho
á
deponerlo; pero Ja
abdicación nos da derecho
á
pensar en la mejor ma–
nera de reemplazarlo.
Tales eran los argumentos que
llev~ban
al partido
del Principe
á
muchos que antes se habían manteni–
do apartados de él.
adie recordaba haber visto nun–
ca mayor conformidad ni más entera concordia que la
que se notaba entre todos los Ing·leses inteligentes en
esta ocasión,
y
nunca tampoco había sido la concor–
dia más necesaria.
1
o había ninguna autoridad legí–
tima. Todas las malas pasiones que el Gobierno debe
sujetar, y
á
las cuales el mejor Gobierno sólo puede
sujetar de manera imperfecta, la avaricia, la licencia,
· la venganza, el
odio
de secta
á
secta, el odio de nación
á
nación, viéronse de repente libres de todo freno. En
tales ocasiones, sucede siempre que el insecto huma–
no que, descuidado por los Ministros de la religión y
los Ministros del Estado, bárbaro en medio de la civi–
lización, pagano en medio del cristianismo, vive en
la más completa corrupción física y moral en los só–
tanos
y
desvanes de las grandes ciudades, adquiere
de pronto terrible importancia.