364
LORD MACAULAY.
anarquia, ni ha de con tarnos como un pecado que,
cuando el Príncipe á quien
á
pesar de grandes provo–
caciones no hemos dejado nunca de honrar
y
obede–
cer, ha partido no sabemos á dónde sin dejar ningún
r epresentante, tomemos la única medida que puede
evitar la completa disolución de la sociedad. Si nues–
tro 8oberano
hub~era
permanecido entre nosotros, es–
·taríamos prontos, con merecer él tan poco nuestro
amor,
á
morir á sus plantas. Si al habernos abando–
nado hubiese nombrado regencia que nos gobernase
~n
su nombre durante su ausencia,
á
ella hubiéramos
acudido solamente en busca de dirección . Pero ha
-desaparecido sin proveer natla para la conservación
del orden
y
la administración de justicia. Con él
y
su Gran Sello se ha desvanecido todo el mecanis–
mo que permite castigar al asesino, decidir el de–
recho de propiedad,
y
distribuir entre los acreedores
.los restos de una bancarrota. Su último acto ha sido
emancipar de la disciplina militar
á
millares de hom–
bres armados, dejándoles en situación
~al,
que no les
queda otro recurso sino entregarse al pillaje ó morir
· de hambre. Algunas horas tan sólo,
y
unos contra
otros se levantarán en armas todos los ciudadanos.
La vida, la hacienda, la honra estarán
á
merced de
cualquier desalmado. Nos hallamos en este momento
en aquel estado primitivo acerca del cual tanto han
escrito los teóricos,
y
hemos lleg·ado á tal situación, no
por nuestra culpa, sino por voluntario abandono del
que debia haber sido nuestro protector. Y su defección
bien puede llamarse voluntaria, pues no peligraban
su libertad ni su vida. Sus enemig·os acababan de
consentir en tratar con él sobre la base propuesta
por él mismo,
y
habían ofrecido suspender inmediata–
mente toda hostilidad con condiciones que él mismo
babia calificado de liberales. En tales cfrcunstancias