REVOLUCIÓN DE INGLATERRA
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sabido, ·mientras combatía contra los infieles, guar–
dando la frontera d·e la Cristiandad, que nuevamente
se intentaba Ja liberación de su patria, y se había
apresurado
á
ofrecer su espada. Sir Patricio Hume, el
cual desde su fuga de Escocia vivía humildemente en
utrecht, salió ahora de su oscuridad; ma felizmente,
~u
elocuenciá no podía hacer m
1
1cho daño en esta
ocasión, porque el Príncipe de Orange en modo
alguno estaba dispuesto á ser el lugarteniente de una
socie_dad turbulenta semejante á la que había causado
la ruina de Argyle. El sutil y revoltoso Wildman.
que algún tiempo antes, no creyéndose seguro en
Inglaterra,
s~
había reth'ado á Alemania, se puso en
camino para la corte del P1'incipe. Allí se encontraba
también arstairs, ministro presbiteriano de Escocfa,
que en habilidad
y
valor no ten'ta rival entre los polí;
ticos de su tiempo. Algunos años antes habíale con–
fiado Fagel importantes secretos, que guardó religio–
·samente
á
pesar de los más horribles tormentos del
borceguí y las tenazas. Su rara fortaleza le había va–
lido tan gi:an parte en la confianza
y
estimación del
Príncipe, que en esto sólo Bentinck le aventajaba
(1) .
No era posible que Ferguson estuviera tranquilo
cuando se preparaba una revolución. Obtuvo un pa–
saje en la flota,
y
trató de insinuarse con sus compa–
ñeros de emigración, mas generalmente desconfia–
ban de él
y
le déspreciaban. Había sidG un gran
hombre en el ·grupo de ignorantes
y
arrebatados ban–
didos que habían causado la ruina del débil Mon–
.mouth; pero el bajo agitador, medio maniático
y
canalla, no :podía h.acerseJugar entre los graves po–
líticos y generales que compartían los cuidados del
intrépido
y
sagaz Guillermo.
(1) Burnet,
I,
184;
Memorias de faclfa.¡ .
.
TOMO IV.
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