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LORD MACAULAY.
y
elocuencia, los Irlandeses ocupan lugar distinguido
entre todas las naciones del mundo. Que estando bien
disciplinados son soldados excelentes, se ha probado
en cien campos de batalla. Y sin ernbnrgo, es lo cier–
to que ciento cincuenta años ha, eran generalmente
despreciados en nuestra Isla, como gente estúpida y
cobarde. Y éstos eran los homtrres que habían de sorne-·
ter por la fuerza á los .Ingleses, mientras su constitu–
ción civil
y
eclesiástica era destruída.
A
esta sola idea,
hirvió en las venas la sang·re de la nación entera. El
ser conquistados por Franceses
ó
Españoles hubi era
parecido, en comparació11, suerte más tolerable, pues
con Franceses y Españoles estábamos acostumbrados
á
tratar de igual á igual. Algunas veces habíamos
er.vidiado su prosperidad; algunas veces habíamos
temido su poder; algunas veces nos habí amos congra–
tulado con su amistad. A despecho de nuestr
o insocial
orgullo, admitíamos que eran naciones granr;l.es
y
que
podian enorgullecerse de hombres eminentes en las
artes de la guerra
y
de la paz. Pero ser subyugados
por una cnsta inferi or, era el colmo de la ,degrada–
ción. Los Ingleses experimentaron el mismo sen–
timiento que la población blanca de Charleston y
Nueva-Orl e~ns
fiubi era sentido, si aquellas ciudades
fu éran ocupadas por guarniciones negras. Los hechos
real es hubieran sido suficientes
á
excitar inquietud
é
indignación; pero los hechos reales se perdían en
medio de una multitud de extraños rumores que sin
cesar corrían de café en café y de una en otra cerve–
ceria, haciéndose más estupendos
;y
terribles á me–
dida que pasaban por nuevos sitios. El número de
tropas irlandesas que había desembarcado en nues–
tras costas podían justamente
~citar
temor muy
serio, en cuanto á los designios ulteriores del Rey;
pero ,la pública aprensión lo hacia aún·diez veces