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REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.

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morales é intelectuales, que la diferencia de país

y

educación, con ser tan grande, no bastaba á explicar.

Tenían aspecto peculiar

y

lengua propia. Cuando

hablaban ing lés, su pronunciación era ridícula; su

fraseología g rotesca, como lo es siempre la del que

piensa en una leng ua y expresa sus pensamientos

en otra. Eran, por tanto, extranjeros; y de todos los

extranjeros, los más odiados y despreciados: los más

odiados, por ltaber sido siempre, durante cinco siglos.

enemigos nuestros;

y

los más despreciados , por que

eran nuestros enemigos vencidos, esclavizados

y

des–

pojados. El Inglés comparaba con org·ullo sus cam–

pos, con los desolados pantanos de donde salían los

Rapparees

á

robar

y

asesinar, y su habitaciones,

con las cabañas donde los aldeanos y los cerdos del

Sbannon se revolcaban juntos en inmundicia. Era

el Ing·lés de aquellos tiempos individuo de una socie–

dad muy inferior, sin duda, en riqueza y civilización

á la sociedad en que vivimos, pero que así

y

todo era

una de las más ricas

y

más civilizadas que el mundo

había visto: Jos Irlandeses se hallaban casi en el mis–

mo estado que los salvajes del Labrador. El Inglés

era borobre libre: los Irlandeses eran siervos here–

ditarios de su raza. El Inglés adoraba

á

Dios según

un culto puro y racional: los Irlandeses estaban sumi–

dos en la idolatría

y

la super tición. Sabía el Ing·lés

que grandes multitudes de Irlandeses habían buido

con frecuencia ante un pequeño número de tropas in–

glesas, y que toda la población de Irhrnda había sido

sometida por una colonia inglesa poco numerosa;

de lo cual deducia con g ran satisfacción que 61 era

por naturaleza individuo de una raza superior á la ir–

landesa, que así explica siempre su ascendiente una

raza dominante que trata de excusar su tiranía. Hase

reconocido hoy por todos, que en vivacidad, ing·enio