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.

LORD MACAULAY.

Asi

eran generalmente aquellos hombres á quienes

llamaban capitanes caballeros. En cambio, y para

bien de Inglaterra, hubo asimismo, entonces, mezcla–

dos con ellos, otros comandantes de g·énero muy

di–

verso, cuya vida pasaba en el Océano, que lucharon

é hicieron su camino por si, con su propio esfuerzo, y

que desde los empleos más infunos del servicio marí–

timo se habían elevado

á

los primeros cargos de la

armada. Uno de los oficiales más ·notables entre los

indicados fué sir Cristóbal Mings, que :eomenzó la

carrera de g rumete y sucumbió combatiendo biza–

rramente con los Holandeses, siendo llevado al se–

pulcro en hombros de sus marineros, que lloraban

y proferían exclamaciones de venganza. De él salió,

por una manera sing ular de g·eneración, una raza de

marineros peritísimos y bizarros, pues sirvió bajo

su mando en calidad de g rumete sir John Narbo–

roug·h, y bajo las de éste, y también como g rumete,

sir Cloudesley Shovel ; hombres todos á cuyo

natura~

.

buen sentido y esfuerzo indomable debe la nación in–

g lesa eterna g-ratitud; como que, g racias á la entereza

de que dieron siempre altísimo ejemplo , y á pesar de

la mala administración y de los defectos de los almi–

rantes palatinos, estuvieron ·amparadas las costas de

la patria y tremoló erguida la bandera nacional -du–

rante largos, tristes y pelig rosos años. Bien será decir

que aquellos lobos marinos, ·embreados

(tarparolins),

como los llamaba el vulg·o, pa.recian. á los demás

hombres pertenecer á una raza extraña y semi.salva–

je; que su

~iencia

consistía única y exclusivamente

en el ejercicio de su profesión, y esta ciencia pr©fe–

¡:ioual antes era práctica que no científica. Fuera

·de su elemento parecían sencillos como niños; pero

sus modales eran tan toscos y su rudeza tan extre–

mada

y

su lenguaje tan brutal, que los hacían impro-

,