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LORD l\'lACAULAY.

casi tan salvajes como los indios de California,

y

oian con sorpresa bárbaras canturias á mujeres medio

desnudas, mientras que los mozos bailaban danzas de

guerra, blandiendo puñales (1).

Sólo de una manera lenta,

y

en fuerza de luchar

con grandes dificultades, log ró establecerse la paz·en

la frontera, llegando entonces en pos de ella la indus;–

tria

y

todas las artes de la vida; ·como que al propio

tiempo se descubrió que la región siti;iada al Norte

del Trent atesoraba en sus minas de carbón una

fuei¡te de riquezas más preciosa que las minas de oro

d el Perú. Diéronse cuenta con esto de que alli mis–

mo , en la vecindad de las

mio.as,

podrían estable–

cerse ventajosamente manufacturas de todas clases,

y

á seguida comenzó una corriente de emigración

hacia el Norte, que dió por resultado, como lo demos–

tró el

cens~

de 1841, hallarse ag·lomeradas en la anti–

gua provincia arzobispal de York las dos séptimas

partes de la población de Ing·laterra, cuando en

tiempo de Carlos I

y

de Crómwell se creía· general·

mente que no pasaba de la fiéptima (2), llegando en

el Lancashire á ser nueve veces más considerable,

mientras que apenas alcanzó al duplo en los conda–

dos de Suffolk, de Norfolk

y

de Nortilampton (3).

(1) Vease el diario de sir Walter ·Scott, octubre 7de1827, en su

Vida por Mr . Lockhart.

(2) Dalrymple,

Apdndic•

á

la pa.-10 Segunda,.

lib .

1.

Los asien–

tos del impu esto de fogaje conducen

á

la misma conclusión . Los

fuegos do la provincia d., York no llegaban á la sexta parte de los

de toda Inglaterra.

(3) No pretendo naturalmente, al decir esto, ser exacto en ab–

soluto; pero creo que quien se tome la pena de comparar los

úl–

timos datos del impuesto de fogaje, bajo el reinado de Guiller–

mo

lll,

con el censo de 1844, diferirá muy poco de mi conclusión.