REVOLUCIÓN DE I GLATERRA.
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t.es; los pasrores, mozos y gañanes dormian vestidos
junto á las armas, y
iempre babia preparados gran–
d s calderos de agua hirviendo y montones de pie–
dras para d fenderse.
ingún viajero se ponía en
camino sin hacer ante
testamento; los jue'ces que
recorrlan la comarca, llevando en pos de si la curia
para improvisar tribunales am donde la justicia los
había menester, iban á caballo de
ewcastle á Car–
lisl ,
guidos de numercso ac0mpañamiento de ser–
vidores y alguaciles, armados todos y escoltados de
tropa, siendo necesario que llevasen consigo las pro–
visiones, pues el pais se hallaba desierto
y
carecia
por completo de r ecurso ; y aun recuerdan los mora–
dores de aquella parte dónde hacian alto las carava.–
nas para comerá la sombra de formidable
y
secular
encina. Y el rigor con que castigaban
á
lo
salteado–
re chocaba por lo extraordinario
á
los habitantes de
distritos má tranquilos; como que los Juzgados, mo–
vidos del odio y del temor, parecían preocuparse
y
atender no más que al exterminio de cuanto crimi–
nal habían á los mano , pues con rapidez comparable
á
la de lo consejos d guerra cuando juzgan
á
insu·
rr ctos, enviaban al patibulo por docenas
á
los ladro–
nes (1). Bien es cierto que sólo por tal modo consi–
.gui ron acaso los magistrados infundir algún saluda–
ble temor entre aquellos criminales cuya barbarie y
crueldad debió de ser mucha, cuando en nuestros
dias se ha dicho por ancianos, recordando epi odios
de su juventud, que los cazadores que á la sazón se
aventuraban en seguimiento de reses ha ta las fuen–
tes de la Tyne, h allaban poblados los matorrales ve–
cinos del ca tillo de Keeldar de una raza de hombres
(!)
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