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LORD MACAULAY.
existiese una clase numerosísima de bandidos cuya
única profesión consistía en saquear las casas y robar
rebaños enteros de ganado, se creyó necesario, á se–
guida de la Restauración, dictar leyes muy severas
para ocurrir al remedio de tales crímenes, autorizán -
dose al propio tiempo á los magistrados del Nortbum–
berland y del Oumberland para levantar compañías
de hombres armados que amparasen el orden y la pro–
piedad, proveyéndose á los gastos que ocasionaran
por w edio de impuestos locales (1), y ·obligándose
á
las parroquias
á
mantener traillas de sabuesos con
destino
á
la caza de malhechores; cü•cunstancia esta
última que recordaban muchos ancianos al mediar el
siglo xvm, asi como el servicio· tan frecuente que ha- .
cían estos terribles auxiliares de la justicia (2). Con
todo
y
así, no era posible á veces descubrir las guari–
das de los bandoleros en las montañas y los pantanos,
por no estar á la sazón bien conocida la topogTafía de
la comarca, ni aun muchos años después; como que
hallándose Jorge III en el trono, la senda que condu–
cia por las montaña de Borrowdale á Ra>eng las era
un secreto cuidadosamente guardado por los mora–
dores del valle, algunos de los cuales acaso en su ju–
ventud, guiándose por ella, lograron escapar de las
persecuciones de la Justicia (3). Y tan temibles se ha–
bían hecho estos banQ.oleros, que las quintas y g ran–
jas de los labradores acaudalados estaban fortifica–
das como castillos: por las noches acercaban el ga–
nado á las viviendas designadas con el nombre de
Peels,
para ponerlo bajo el amparo de sus baluar-
(1)
Statutes
14, Car. u , c. 22; 18
y
f9 Car. n , c. 3; 2V
y
30, Car. u,
c.
2.
(2) Nicholson
y
Bourne:
Discour1e on lhe Ancien State of the
B order¡
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(3)
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Oct . 3, 1;769.