REVOLUCIÓ
DE INGLATERRA.
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y
sólidas del arte humano. En efecto; hallarlamos
Snowdon y Windermere, las dunas de Oheddar y la
punta de Beachy, algún que otro monasterio nor–
mando, y acaso algún castillo testigo de la guerra de
las Dos Rosas; pero, salvo estas rarísimas
excepcio~
ne , lo demás sería nuevo y extraño. Centenares de
leguas cuadradas que son al presente feracísimas
~ampiñas
surcadas de sendas y caminos bien cuida–
do , salpicadas de pueblecillos pintorescos y de risue–
ñas quintas de recreo , nos aparecerían bajo la forma
de matorrales incultos, cubiertos de lentiscos, zarzas
y
juncos,
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de marismas y pantanos poblados sola–
men te de patos silvestres.
A.lli
donde vemos hoy ciu–
dades manufactureras y puertos de mar cuya fama
se extiende hasta los últimos confines de la tierra,
veríamos sólo chozas diseminadas, construidas de
madera y cubiertas de bálago. ¡Qué más, si hasta la
misma capital aparecería reducida y como encerrada
en límites no más a1Jchos que los del arrabal que hoy
.se levanta á la parte Sur del Támcsis! Las costumbres
y
los trajes, 1mobiliario y los trenes, las tiendas y
la ca as, s rían parte á causarnos sorpresa no me–
nos g-rande; cambios todos en el estado y modo de
.ser de un pueblo que nos parecen hechos para lla–
mar
y
atraer la atención de los historiadores tanto,
por lo menos, como los cambios de dinastías
6
de go–
'bierno.