REVOLUCIÓN DE INGLATERRA.
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nes, al rápido desarrollo de la civilización. Tanto es
así, que nunca podrán grandes, g-raves
y
continuadas
calamidades públicas
y
malos gobiernos inveterados
hacer más en daño de un pueblo, que harán para su
bien
y
prosperidad el progreso constante de las cien–
cias físicas
y
los esfuerzos no interrumpidos de cada
hombre al fin de mejorar su condición; que no pocas
veces se ha visto ser las prodigalidades, los impuestos
onerosos, las restricciones comerciales absurdas, los
tribunales corrompidos, las guerras desastrosas, las
persecuciones, las revueltas, los incendios
y
las ca–
tástrofes, menos eficaces á destruir la riqueza de los
pueblos que á crearla el esfuerzo privado de los ciu–
dadanos. En lo que á Inglaterra respecta, fácil es de–
mostrar que la riqueza nacional se ha desarrollado
sin cesar en el trascurso de seis siglos por lo menos;
que bajo los Tudórs fué más grande que bajo los Plan–
tagenets,
y
más g rande bajo los Estuardos que bajo ,
los Tudórs; que á pesar de las batallas, de los asedios
y
de las confiscaciones, fué más grande cuando se ve–
rificó la Restauració::i que cuando se reunió el Parla–
mento Larg o;
y
que á pesar de la mala administra–
ción, de las disipaciones de la Corte, de la bancarrota
pública, de dos guerras costosas
y
desgraciadas, de la
peste
y
del incendio de Londres, se halló más grande
el día que pasó Carlos II de esta vida, que no el día
•• de su advenimiento. Y este progreso, después de ha–
ber continuado desarrollándose de una manera gra–
dual por espacio de algunos siglos, llegó á ser, al
mediar el xvm, rápido por extremo, prosiguiendo en
el
x1x
con irresistible impetuosidad. Y como, debido
en parte á la posición geográfica de Ingfaterra,
y
en
parte también
á
la condición moral de sus poblado–
res, se hallaron éstos exentos
y
libres, durante algu–
nas generaciones, de los males
y
daños que fueron
.•