nombre? Sería curioso, excepcional en la Historia,
que hubieran tenido un Ser Supremo sin nombre
propio y distinguido solo por epítetos deificantes.
¿
F ué P achacamac ? Poma de Ayala ha acaba–
do por rematar a este dios; porque también lo pone,
muy claramente, de simple atributo de \ i\Tirakocha.
¿
Fué el monosílabo Kon ? Este no tiene mayor
derecho a la existencia que el fantasmagórico Ymay–
mana, ele siete ojos, de Lafone Quevedo y Leh–
mann Nitsche y sus defensores peruanos, que no
saben quechua.
¿
Fué el bisílabo Wari? Mucho me da que pen–
sar el significado de Wári, vicuña, en el aymara, y
su conjunción con willca, sol, sagrado, ancestro; en
resumen: el sagrado, el ancestro (o, por extensión,
Dios) de la vicuña. Y si a esto agregamos el raro
asunto de los gigantes, cuyos huesos parece que
vieron algunos cronistas según se ve de este trozo
de Arriaga :"
y también (adoraron) a las casas de los
Huaris, q' son los primeros pobladores de aquella: tierra,
q ' ellos dizen fueron gigantes, y es cierto q' en algunas
partes lo fueron y se hallan huesos
de disfoTme
y in–
creíble grandeza, que quien no lo ve, ni los toca con las
manos, ni lo cree1·a, porque se muestra por la porporción
de los huesos, aver sido seys tanto mayores q' los hom–
bres de ahora y de la tieTra de ellos llevan para sus en–
fermedades y para malo<> fines de amores.
etc. ynvocan
a Huari q' dizen es el Dios de las- fu er<;as quando an de
hazer
sus Chacras,
o casas para que se las preste".
Y si, después, aceptamos o por lo menos suponemos
ques estos famosos huesos de gigantes no fueron
sino huesos del m a e r o a u eh e n i a,
un ll ama
gigante, antecesor de los camélidos suramericanos
(vicuña, paco,
llama, huanaco), descubierto por