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cía a un reo acusado injustamente de ase–

sinato para fusilarlo en la plaza de Caja

del Agua, actual parque Riosinho, se arro–

dilló al pasar ante el Cristo de la Cruz Ver–

de, im9lorándole que lo salvase del patíbu–

lo, y que en ese momento se desprendió la

cabeza del crucificado, hecho que se atri–

buyó a un milagro. El pueblo pidió la sus–

pensión de la eJecución del

reo~

cuya ino–

cencia parecía probada.

En esa última cuadra de la calle Inda–

buro o de 1a Cruz Verde, vivieron muchas

familias distinguidas y tradicionales de La

Paz. El callejón Jaén, que une las caUes

Indaburo y Sucre, fué conocido también con

el nombre del callejón de los fantasmas. En

él se divirtió mucho tiempo un estudiante

asustando al vecindario por las noches, dis–

frazado de fantasma.

De la plaza de Murillo hasta la quebrada

de

Calchuani,

hoy calle Ingavi, se llamaban

las calles de Santo Domingo y de la Pacien–

cia. En la esquina de la Paciencia y las Con–

cebidas, hoy calle Jenaro Sanjinés, tuvo su

palacio el famoso Obispo La Santa, en la

otra esquina, la casa de los marqueses de

Villa Verde, hoy declarada monumento

nacional.

Del

choro

de Paucarpata, al final de la

calle Yungas, hasta la plaza Murillo, por

la calle Ballivián, se llamaban calles de

Paucarpata o

]ichocato,

de la cárcel o del

Carmen, o

Laguacato.

En la esquina de la calle Ballivián y pla–

za Murillo, se hallaba la casa Queipo o Ca–

bildo eclesiástico, donada por monseñor

Jhoan Queipo de Valdés y Llano, de noble

estirpe española, inquisidor del Bajo Perú

y Obispo de La Paz. Allí tuvo lugar la con–

ferencia de dos horas entre Goyeneche y

Pedro Domingo Murillo de la cual salió

éste a la cárcel de la calle las Cajas y des–

pués al patíbulo de la plaza mayor. Luego

fué el palacio presidencial, donde se reali–

zaron algunas de las genialidades de Mel–

garejo, como la de hacer desfilar una com–

pañía de soldados por la sala haciéndolos

continuar marchando hasta el balcón sin

darles la voz de alto, para que se arrojasen

a la calle, como lo hicieron todos los sol–

dados demostrando su disciplina ante un

diplomático extranjero. De uno de esos bal–

cones Melgarejo pronunció un discurso al

paso de la procesión del Sepulcro en Vier–

nes Santo. Fué también ese edificio residen–

cia del Presidente Belzu. El año 1873 fue

restituido al Cabildo de la Catedral. Los

presidentes Adolfo Ballivián y Tomás Frías

lo hicieron reconstruir.

Del

chorq

de Santa Bárbara a la plaza

Murillo, hoy calle Illimani, se denomina–

ban calles de Santa Bárbara, de la Merced

y de

Laguacaro.

(Por lo visto habían dos

mercados de Laguacato que desembocaban

·en la plaza mayor). En la esquina donde

hoy es el edificio de la Prefectura, estaban

las Cajas Reales, casa de propiedad del

convento de las Concebidas.

Del

choro

de

Huilquipata,

bajaba la calle

del mismo nombre, o Santa Bárbara. En el

bajío había una gran laguna que los veci–

nos de La Paz llamaban la "laguna encan–

tada".

(Laica cota.)

Se perdió en los hun–

dimientos de aquella región.

Del valle de San Isidro de Potopoto, hoy

Miraflores, al

choro

de Santa Bárbara so–

bre la plazuela Frías, hallábase el Camino

de Melgarejo o Solqueri. La apertura de

esta vía pública tiene una historia pinto·

resca de aquella época. Entre la actual

plazu·ela Frías y el valle de Potopoto exis–

tía una empinada colina que obstaculizaba

su comunicación. Un día, se le ocurrió al

presidente Melgarejo echar abajo aquella

colina, para cuyo efecto convocó a todo

el vecindario paceño, al ejército, al cuerpo

diplomático. En el número 27 dd periódico

La Situación,

de aquella época, encontra·

mos la invitación del Gobierno para em–

prender la obra. Dice: "Los propietarios,

comerciantes y gentes más decentes d·eben

contribuir cada cual con herramientas de

trabajo y todo gratuitamente". En efecto se

constituyeron allá el Gobierno y los princi–

pales vecinos. Las bandas de música toca–

ban las mejores piezas de su repertorio. Los

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