Columna, en premio de sus virtudes filan–
trópicas. Desde entonces, todos los 'años,
ofr·ecían una fiesta a los pobres de la ciudad
en homenaje al señor de la Columna.
La calle de Santo Domingo se llamó tam–
bién de los Predicadores, por la fama que
adquirieron como buenos oradores sagra–
dos, los religiosos de esa orden.
De la plaza mayor, hoy plaza Murillo,
a la caHe Catacora, por la calle Junín, se
llamaban calles de
Chaullacato,
(puesto de
pescados), de
Guaycani
(donde hay ají),
de
Carcantía.
En todas estas calles, como
en todo el barrio de Caja del Agua, se
habían establecido, como decimos en otro
lugar, las principales familias d·e La Paz.
De la calle Recreo a la plaza Murillo, por
la calle Socabaya, se llamaba calle
Cala–
humana,
de la Misericordia, Catedral o
de
las Herrerías, que desembocaba en la pla–
za. Calahumana llamábase por vivir allí
·Dña. Basilia Calahumana, madre del Ma–
riscal Santa Cruz.
De la plaza Mayor a la calle Sucre, por
la actual calle Bolívar, designábase calle
del R·ey, en cuya primera y segunda es–
quina, estaban las casas Queipo o palacio
del Obispo y la casa de los lndaburu, o del
cori balcón
(balcón de oro), en la que se
distribuyeron armas a los patriotas del 16
de julio.
De la antigua calle Recreo a la plaza
Murillo por la calle Ayacucho se llamaba,
calle d·e Las Educandas o de San Agustín.
Allí en la esquina donde está hoy el edifi–
cio del Banco Central, era la casa del Al–
calde Yanguas, que organizó la contrarrevo–
lución al 16 de julio. Después la calle de
las Cajas o de la Aduana, que es la actual
calle de la Policía. La casa cle las Cajas
era de propiedad del convento de las Con–
cebidas.
De la misma. calle Recreo hasta la que–
brada de Mejahuira, por la calle Colón,
se llamaba caHe de la Placa. Seguían las
calles de la Merced, del Carmen y de San
Martín.
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De la misma calle Recreo hasta la Illi–
mani, por la calle Loayza, se denominaron
calles de San Juan de Dios o del Museo,
d.elHospital de Mujeres, de la Merced y
del Carmen, por estar sobre esas vías di–
chos conventos, y calle de
]ichocato,
o mer–
cado de paja.
De la calle de San Juan de Dios, refiere
Humberto Muñoz Cornejo en la revista
Actualidades
de octubre 25 de 1944, la
siguiente leyenda: Don Juan de Sanjinés,
descendiente del inquisidor don Pedro de
Alcudia Suárez y Sanjinés, caballero del
Toisón y de la Real Orden de Calatrava y
nieto de don Tadeo de Sanjinés, Oidor del
Cabildo, era gran cortejador de damas y
por consiguiente un buen espadachín. Una
vez, en compañía de algunos amigos, baja–
ba por la cuesta de San Juan de Dios, y
falto de cerillas para encender su cigarro
se detuvo en la puerta del templo de los
juadedianos, administrado desde 1629 por
los frailes de dicha orden, bajo la advoca–
ción del Señor de la Buena Muerte.
Tentado por sus amigos para penetrar en
el templo y encender su cigarro en uno de
los velones que alumbraban a los cadáve–
r·es allí dépositados, San]inés hízolo así,
y
al salir echando bocanadas de humo, vió
que pasaba por delante de la iglesia, una
garrida moza. Verla y apurar el paso para
seguirla, todo fué uno - dice el tradicio–
nalista. La siguió por las calles de Chiri–
nos, por la de las Cajas, atravesó la plaza
may.or, y continuó por la calle de Santo
Domingo y de la Paciencia, hasta que da–
ma y galán llegaron al cenizal de la Pa–
ciencia (comienzo de la avenida Montes),
que entonces era un barranco que daba sobre
el río Choqueyapu. Allí don Juan de San–
jinés la alcanzó, pero al tomarla del brazo,
la dama esquivó el cuerpo y desapareció,
dejándole en su poder la verónica que lle–
vaba puesta. Decepcionado de aquella
aventura, regresó el galán a su casa, y una
vez en su aposento encendió una bujía y
guardó el manto en un gran baúl de cedro,
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