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tomó la tarea de organizarla y publicarla

en un folleto, don Nicolás Acosta. Aprecia–

mos por él que son muy pocos los nombres

que se conservan de las antiguas calles, ra–

zón por la cual se ha perdido la evocación

que hubieran tenido para el pasado de nues–

tra ciudad.

Lo que más claramente hemos podido

investigar y reconstruir es que la primera

calle trazada fué la de

Conde Huyo

(

Cunti–

huyo.)

que partía de un recodo de la pla–

zuela Alonso d·e Mendoza, en dirección al

norte, hacia la calle de los

Molinos,

y que

de ese callejón bajaban dos estrechas calle–

juelas con dirección al río Choqueyapu, sin

acceso a aquella plazuela, y que fueron de–

nominadas,

Chamaca

la de abajo, y

Chiris·

co

la de arriba. Igualmente la calle de los

C,añaris

o Cañar-calle, o calle de los co–

rreos, pues los

cañaris

hacían de

Chasquis,

correos.

De la plaza de los españoles se trazó la

calle de San Sebastián o de

Vega Posta

a

terminar en el campo de Panticirca y ca–

mino de Chacaltaya; esta calle se denomi–

nó después, de la Recoleta al construirse

aquel templo. La antigua calle de

Chacal–

taya

se denominó d·espués Sánchez Lima,

y sucesivamente tomó los nombres de

Cau–

polican, lnquisivi

y

Chacaltaya,

otra vez,

quedando al final con la designación

de la antigua de la Recoleta y calle Chu–

quisaca. Esta última es de hondos re-

La Plaza de Armas con el antiguo parque. Aun se pue·

de ver uno de los faroles ce] alumbrado a gas.

cuerdos, quizá los más sentimentales de

La Paz.

EJ?. el curso de los cuatro siglos de la vida

de la ciudad, se han cambiado muchas ve-·

ces los nombres de las calles y plazas. Unos

se hallan olvidados, otros, los aymaras espe–

cialmente, que traen la evocación de las anti–

guas leyendas paceñas, se van borrando por

el menosprecio que se tiene de la raza in–

dígena. En esto d·e los cambios de nombres

adolece nuestro país de una verdadera en–

fermedad. No sólo de las calles de las ciu–

dades, sino hasta de las provincias que lle–

van la tradición de la vida r-epublicana, se

los viene alterando en el inmoderado afán

de rendir homenaje a hombres o hechos que

se podrían honrar en otra forma.

La calle que va de la plaza Alonso de

Mendoza al puente de Coscochaca y la calle

Muñecas (calle América), fué siempre la

calle

Ancha.

Allí se realizaban las ferias

más importantes de animales y vív·eres traí–

dos de provincias

y

de otros lugares del

país, así como del sud del Perú. Durante

la Colonia fué destinada a las fiestas de

los indios. En ella se congregaban las tropas

de

sicuris

adornados con enormes paraguas

de plumas de avestruz, que bailaban tocan–

do la zampoña que cogían con una mano y

el tambor con la otra. Allí se realizaron

las primeras corridas de toros.

La calle

Ancha

fué la entrada principal

en la ciudad. Por allí bajaron las "tropas

que vinieron a combatirla o defend·e.rla. Por

Enverjado artísijco en un edificio residencial de la

zona de San Pedro.

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