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Es inútil d·ecir que los políticos hicieron su

aparición en escena para ver de qué lado

soplaban las auras. Pero el ,pueblo supo

orientarse instintivamente. Pese al vértigo

de la hora y al espectáculo sangriento sobre

el

cual se había erguido, salió sin vacilar

del caos. No echó de ver a los hombres,

sino a la institución que, en La Paz, man–

tuvo el imperio de la ley frente a los ra–

biosos desmanes de la dictadura: la Corte

Superior de Justicia.

¿Quién dió la idea? Nadie sabría decir–

lo. Fué el pueblo. El pueblo paceño: sín–

tesis del genio de una raza.

Tan pronto dicho como hecho: las esta–

ciones de radio difundieron su voz por

toda la urbe convulsionada; los revolucio–

narios se desperdigaron en pos de los vo–

cales de la Corte Superior para entregar a

su discernimiento el gravísimo problema

político y social de aquel instante. No

tardaron en llevar al doctor Néstor Guillén,

Decano de la Corte, al Palacio de Gobierno.

Es así cómo este magistrado de intacha–

ble actuación profesional y de vida auste–

ra, llegó a ocupar la presidencia de la Re–

pública el 21 de julio de 1946. Repitamos:

cúpole una hora por mil razones excepcio–

nal y difícil. El más pequeño descuido ha–

bría sido fatal para la existencia del país.

Requerí¡:tse talento, tenacidad en la acción

y una gran serenidad para sortear las mil

difie1~ltades

levantadas al paso. Pues bien,

el doctor Guillén mostró poseer todos estos

recursost y cumplió en forma admirable la

tarea de establecer el equilibrio después

del tremendo remezón que sacudió el espí–

ritu nacional.

Para aquellos momentos, el programa no

podía ser sino uno: el que se acaba de

enunciar. Devolver el pueblo a su cauce

normal, restableoer las instituciones demo–

cráticas, sustituir el estado de beligeran–

cia por el de la tranquilidad; en suma, sa–

lir del caos. Es eso lo que realizó el doctor

Guillén en los pocos días de su gobierno.

Para ello lanzó aquel documento que, con

el título de Declaración de Principios, vino

a sintetizar el ideario de la revolución de

julio de 1946, el canee por el cual habrían

de encaminarse las instituciones bolivianas

y la posición de gobernantes

y

gobernados

frente a las realidades post-revolucionarias.

Para una mejor organización de la ad–

ministración pública, declaró vacantes los

cargos, con excepción de los del Poder

Judicial, porque no siendo el alzamiento

popular del 21 de julio un movimiento re–

volucionario en su sentido medular insti–

tucional, sino más bien en defensa del orden

constitucional, no afectaba al Poder Judi–

cial, órgano delegado de la soberanía para

administrar justicia, sino a los poderes u

órganos de origen popular: Legislativo y

Ej-ecutivo.

Resolvió también socorro

y

asistencia a

los heridos y familiares de los caídos en la

jornada del 21 de julio, sin distinciones, y

tomó todas las medidas requeridas por la

urgencia del caso.

Don Néstor Guillén nació en La Paz el

28 de enero d·e 1891. Hizo sus estudios en

el colegio nacional "Ayucucho" y en la

universidad de "San Andrés" hasta obtener

el título de abogado. Desempeñó diversas e

importantes funciones públicas, principal–

mente en el ramo judicial. Varias veces de–

signado por el Poder Legislativo ministro

de la Corte Suprema de Justicia, declinó el

cargo por razones institucionales. Su carre–

ra puede ser calificada, sin vacilar, como

una de las más limpias entre los grandes

abogados de Bolivia.

DOCTOR WALDO BELMONTE POOL

(1897)

Durante la ausencia del general Peña–

randa, cuando éste realizaba su excursión

por algunos países de la América, hízose

cargo de la presidencia de la República el

doctor Waldo Belmonte Pool, político jo–

ven y d·e excepcionales virtudes. Su ·limpia

trayectoria, su espíritu sencillamente ase–

quible a todos y su inalterable serenidad,

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